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((**Es2.411**) en sufragio de los fieles difuntos. Por último, ante las renovadas instancias de la Marquesa, Pío IX confirmaba in perpétuum las mencionadas indulgencias. Las generosa patricia se llenó de júbilo con estos favores apostólicos, como de un triunfo espiritual suyo, y vio enseguida que varios obispos, párrocos y rectores se daban maña para introducir en sus iglesias aquella devoción para bien de las almas a ellos confiadas. Por eso deseaba que una pluma competente escribiera ((**It2.549**)) una obrita sobre la misericordia de Dios. Reunió a algunos eclesiásticos y seglares, doctos e inteligentes, y les pidió le indicaran quién sería capaz de escribirla. Silvio Péllico, que estaba entre ellos, apenas oyó la propuesta, exclamó: -íDon Bosco! -íNo!, replicó inmediantamente la Marquesa; íde ningún modo! El motivo de aquella negativa podía ser para no aumentar el trabajo de aquel pobre sacerdote, demasiado cargado con tantas ocupaciones; con todo, allá dentro de su interior le repugnaba reconocerse deudora de aquél que, según ella, se mostraba tan poco deferente con su voluntad. Pero Silvio Péllico estaba convencido de que la pluma de don Bosco inculcaba a todos que invocaran esta bendita misericordia; le había oído predicar a los muchachos y repetir: -Hábeis caído, por desgracia, en el pecado? No os desalentéis. Volved a confesaros enseguida con las debidas disposiciones. El confesor tiene poder y mandato de Dios para perdonaros, aunque hubierais caído no sólo siete veces, sino setente veces siete. íAnimo, confianza y propósito firme! Cor contritum et humiliatum Deus non despiciet. (Dios no rechaza un corazón arrepentido y humillado.) Sabía, además, muy bien que don Bosco se complacía en narrar hechos y ejemplos para resaltar maravillosamente esta misericordia, sobre todo en la conversación de los pecadores, y que contaba, con gran gusto de su parte y agrado de los oyentes, lo que él mismo había presenciado o lo que le habían referido. Silvio Péllico era amigo de don Bosco. A su requerimiento, y secundando sus deseos, le había compuesto alguna poesía, por ejemplo una sobre el Infierno y otra sobre el Paraíso que don Bosco puso en música y que se cantan todavía en las casa salesianas1. Por esto, 1 No conocemos la poesía del Infierno ni su correspondiente música; pero sí hemos cantado mil veces la del Paraíso que, en castellano, dice así: (**Es2.411**))
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