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((**Es2.339**) -Confío solamente en la divina Providencia. Y si en este mismo instante inspirara la divina Providencia al señor Vicario que me concediese alguna ayuda, yo se la agradecería de corazón. Conmovido el Marqués, sonrió a su vez y le entregó doscientas liras. Aún fue don Bosco otras veces a visitarlo, particularmente durante su última enfermedad. Gustavo y Camilo, hijos del Marqués, estrecharon lazos amistosos con don Bosco e iban de vez en cuando al Oratorio de Valdocco para charlar con él. Precisamente en el palacio de Cavour es donde el Abate Antonio Rosmini se hospedaba cuando iba a Turín, y precisamente en él, cuatro años más tarde, conversó don Bosco varias veces con el filósofo de Rovereto. Habrá notado lector cómo don Bosco no se dejaba vencer en medio de estas contrariedades ni por el miedo, ni por el fastidio, y que escribía, visitaba, buscaba recomendaciones, realizaba, en fin, con constancia heroica cuanto fuera necesario para superar las dificultades. Así se condujo en miles de circunstancias difíciles; y le veremos practicar siempre la máxima de San Ignacio: <>. Después de la muerte del Marqués, no hubo nadie en el Municipio ni en el Gobierno que durante años molestase al Oratorio. Pero don Bosco por su parte, jamás hizo nada contra las leyes del ((**It2.450**)) Estado, aunque no las reconociera como legítimas, o fueran contrarias a las leyes de Dios y de la Iglesia, y no las apoyase de ningún modo. En sus conversaciones, lo mismo en público que en privado, siempre le oímos recomendar a jóvenes y adultos la obediencia a las autoridades civiles porque, decía, el que manda, ha sido puesto por Dios para mandar; mientras que él mismo daba ejemplo prestando la debida sumisión a los que presidían la Administración, industriándose a la par para acercarse a ellos. Su tranquilidad resuelta y previsora fue el secreto de las muchas amistades que hizo con los que alcanzaban el poder. Cada vez que era nombrado un nuevo ministro, un nuevo gobernador, un nuevo alcalde, iba a visitarlos. Esto causaba buena impresión en los que así se veían honrados por don Bosco, unía sus corazones y producía buenos frutos. Tanto más cuanto que a menudo aquellos señores estaban prevenidos en su contra y así él tenía ocasión de preparar su defensa. -Vengo, les decía, para recomendar a usted a mis muchachos. (**Es2.339**))
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