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((**Es2.340**) Y después de contar lo que había hecho en favor de los hijos del pueblo, concluía: -Si usted no puede, a lo mejor, hacer el bien, ruégole no permita que otros hagan el mal. Pongo a mis muchachos bajo su protección: hágales usted de padre. Y aquellos señores quedaban como obligados a prometérselo cordialmente. -Pero eso no es todo, seguía don Bosco. Ruégole que, si llegaren a su conocimiento noticias contra el Oratorio, tenga la bondad de no dejarse sorprender, ni de enfadarse, sino de realizar cuanto antes el conocimiento de los hechos; más aún, llamarme para pedirme cuentas, pues yo siempre estaré dispuesto a dar sinceramente toda suerte de explicaciones. Por lo demás, sepa disimular también mis defectos. ((**It2.451**)) Estas palabras dichas con toda ingenuidad, alcanzaban su intento. La prudencia, lo mismo que en otras páginas de nuestro libro, no nos permite citar nombres. Solamente diremos que hubo quien, obligado por mandatos injustos y poderosos a perseguir sus instituciones, mantuvo su amistad personal, disminuyendo así cuanto pudo sus tribulaciones. Y don Bosco encontró siempre entre las primeras autoridades privinciales y municipales poderosos apoyos que le liberaban de muchos pleitos; y algún anticlerical, altamente colocado, aunque no le hiciese ningún beneficio, tampoco permitía que se le hiciera ningún daño por los partidos enfurecidos contra él. (**Es2.340**))
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