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((**Es2.290**) espectadores a levantar sus pensamientos y su ((**It2.382**)) corazón al Señor. Hacia las seis, el redoble del tambor y el toque de trompeta reunían a la tropa juvenil. Renovaron su agradecimiento a los que tan caritativamente les habían hospedado aquel día y empezaron a bajar hacia la ciudad cantando, gritando y rezando el rosario y las oraciones de la noche. Al llegar a Turín, según iban pasando por los lugares próximos a su domicilio, salían de la fila, se despedían de don Bosco y se iban a sus casas a contar a la familia los sucesos e impresiones de tan gratísima jornada. Cuando don Bosco llegó al Refugio, todavía le acompañaban ocho o diez jóvenes de los más robustos, con los utensilios de los juegos y las cestas vacías. Muchas otras veces repitió don Bosco el paseo a aquella meta. Se conserva todavía el recuerdo de la subida del 1851, con unos ochenta muchachos. Don Cafasso envió desde la Residencia Sacerdotal un empleado con el fiambre para el desayuno. Y el Abad don Paulino Nicolás Truffat, saboyano, sucesor de don Audisio en el cargo de presidente de la Academia, les preparó una estupenda comida. El generoso Abad siguió dispensando siempre la más grata acogida a don Bosco y los suyos, en su paseo anual a Superga, corriendo todo a sus expensas, hasta 1858. La misma esplendidez demostró con los hijos del pueblo el sucesor de don Truffat en aquel importante cargo, con el título de Prefecto. Cuando le sustituyó el Abad Stellardi, como don Bosco no tenía mucha familiaridad con el nuevo Presidente, quiso explorar el terreno antes de hacer la acostumbrada excursión. Envió un clérigo juicioso para pedirle el favor de facilitarle unas ollas para preparar la comida. Accedió el Abad gustoso y le ofreció ((**It2.383**)) un plato de carne. El año 1859 todos los alumnos del Oratorio, estudiantes y artesanos, hacían este mismo paseo, precedidos de la banda musical. El dicho Abad Stellardi añadía alguna cosa a la comida de los jóvenes por su cuenta, a más de prestar todos los utensilios de cocina y manteles para la mesa. En 1864 dejó el Santuario de ser meta de la alegre excursión anual de los primeros tiempos heroicos. Como quiera que las salas del monumental edificio fueron espléndidamente reparadas, ya estaban prohibidas las visitas, sin ser acompañadas por un guia oficial, y consiguientemente no pudo entrar en ellas, como antes, el tropel de muchachos del Oratorio. (**Es2.290**))
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