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((**Es2.289**) Los muchachos se levantaron de la mesa más satisfechos que unos principes. Después de un rato, don Bosco les contó el origen de la Basílica dedicada a la augusta Madre de Dios. Les señaló las llanuras circunvecinas, que estuvieron ocupadas en 1706 por el formidable y poderoso ejército francés que asediaba a Turín. Les hizo la semblanza del duque Víctor Amadeo y del príncipe Eugenio de Saboya que, desde aquella cumbre, hicieron voto a la Virgen de construirle un magnífico templo, si concedía la victoria a sus oraciones. Les mostró la ciudadela salvada por el heroísmo de Pedro Micca. Describió la gloriosa batalla, la liberación de Turín, los triunfos, las fiestas y la evidente protección de la Santísima Virgen en favor de los turineses. Les habló a continuación de las tumbas reales allí erigidas, de la Academia Eclesiástica allí ((**It2.381**)) fundada por Carlos Alberto, poniendo de este modo ante sus ojos los hermosos rasgos de la historia de la patria. Visitaron después la iglesia, las tumbas de los Príncipes, la sala de los retratos de los Papas, la biblioteca y hasta subieron a la hermosa cúpula, desde donde se divisa una buena parte del Piamonte y se contempla con admiración la maravillosa cadena de los Alpes que parecen tocar el cielo con sus picos cubiertos de nieve. Hacia las tres de la tarde se reunieron en el templo, al que había acudido mucha gente esparcida por la colina, al son de las campanas. Se cantaron las visperas, subió don Bosco al púlpito y pronunció una breve plática. Aún hay quien recuerda que les habló de la eficaz intercesión de María ante su divino hijo Jesús y qué es lo que se debe hacer para que la Virgen nos atienda siempre que acudamos a Ella. <>. Después del sermón subieron los cantores al coro y, acompañados por don Bosco al órgano, cantaron el Tantum Ergo para la bendición. No era costumbre, por entonces, oír cantar a los muchachos música sagrada en las iglesias. Así que los miembros de la Academia y el pueblo que había acudido allí aquella tarde, al oir las argentinas voces de los muchachos, que parecían un coro de ángeles bajados del cielo para alabar al Señor, quedaron profundamente maravillados y muchos lloraban de satisfacción. Al terminar las funciones religiosas, se elevaron globos aerostáticos, que, con su rápido ascenso a las alturas parecían invitar a los (**Es2.289**))
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