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((**Es2.284**) y hasta lo aprobaban. Pero les molestaba su griterío, su entrar y salir, y el ruido más o menos relativo de cuando iban a las escuelas nocturnas. Así que se quejaron al dueño, declarando que todos ellos se irían, si no cesaban aquellas reuniones. En vista de lo cual, el buen sacerdote Moretta tuvo que avisar a don Bosco que se buscara otro sitio, para lo cual le daba un plazo de rápido desalojo. Sin embargo mostró a don Bosco el disgusto que le proporcionaba tener que tomar esta determinación y le trató con toda suerte de delicadezas. Después del triste caso del Capellán, la criada y el secretario, todos los que estaban enterados, tenían muchos miramientos con él y su Oratorio. Sucedía esto el día dos de marzo, y don Bosco le pagaba el saldo del alquiler de todo aquel mes, que eran quince liras. Ya don Bosco había previsto el desahucio. Y como le daba mucha pena no poder reunir a los muchachos que acudían a él, se había entendido con unos hermanos llamados Filippi, que le alquilaban un prado en Valdocco, cerca de la casa Moretta, hacia levante. Y a ese prado, cercado de un seto, que hasta los perros podían atravesar y por el cual ((**It2.374**)) metían, de vez en cuando, los hocicos, uniendo sus ladridos al griterío de los muchachos, se trasladó el Oratorio. Había en el centro una caseta de tablas y barro apuntalada al norte por una viga horizontal, a causa de la pendiente del terreno: en ella se guardaban los juegos. En aquel prado se estaban don Bosco y sus muchachos sin el menor resguardo, cara al viento, la lluvia y el sol. Pero <> 1. No le faltaban alicientes a aquel lugar. El rústico seto que lo cercaba se vestía de hojas verdes y flores. Y la alegría, los juegos y los cantos de los jóvenes empezaron a llamar la atención del público, de tal forma que llegaron a juntarse cuatrocientos muchachos. Así, a medida que los hombres obligaban a don Bosco a rodar de un lugar a otro, Dios le iba aumentando la familia y de daba ocasión de hacer mayor bien. Puede que alguien pregunte: pero, cómo podían celebrar los actos religiosos en un prado? Respondemos enseguida: se celebraban de una manera romántica, o mejor, al estilo de los Apóstoles y de los primeros cristianos. Para confesar hacía así. A una hora a propósito acudía don Bosco desde del Refugio al prado de sus fatigas, adonde poquito a poco 1 Eclesiástico XXXIV, 16. (**Es2.284**))
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