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((**Es2.280**) de su Angel Custodio y de los santos que le esperaban en el cielo. Hasta que llegó la hora de partir. Tres carros, tirados por dos caballos, en cada uno de los cuales iba un condenado, salieron por el portón de la cárcel. Subió al primero un sacerdote de la ciudad. Don Bosco se sentó junto al pobre joven. En el último iba don Cafasso con el desgraciado padre. Una inmensa multitud, llegada de todas partes, atestaba las calles. Don Bosco dejó memoria de sus impresiones en la biografía de don Cafasso: <((**It2.369**)) vuestro"-. Y se lo acerca a sus labios para que lo besen. De pronto, el cortejo se detiene ante una iglesia. Sale el clero con hachas encendidas, aparece en el umbral un sacerdote con el Santísimo Sacramento en las manos, imparte la bendición y se retira. El triste cortejo se pone de nuevo en marcha>>. Hasta ese momento don Bosco había logrado dominarse con gran esfuerzo, pero poco después sintió que su corazón se oprimía y le fallaba. Era efecto del terror vivísimo e irresistible que experimentó a la idea de que, en breve, aparecería el patíbulo ante los ojos del desgraciado y querido joven. Don Cafasso, al doblar de una esquina, se dio cuenta de la palidez de su rostro, bajó de su carro, mandó parar el de don Bosco, que tenía los adraldes más altos que los otros dos, y le dijo con voz fuerte: -Estos adrales tan altos no dejan respirar; baje usted y vaya a mi sitio, que yo me quedaré aquí. Don Bosco subió al carro donde iba sentado el padre del joven. Este hombre, aunque había confesado y comulgado, daba pocas (**Es2.280**))
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