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((**Es2.236**) en la iglesia. Don Bosco con su prestigio y con su gracia, más única que rara, dirigió a la inmensa turba de muchachos estas palabras: -Mis queridos amigos: si las coles no se transplantan no se hacen grandes y hermosas. Lo mismo ocurre con nuestro Oratorio. Hasta ahora ha ido pasando de lugar en lugar, y en cada sitio, donde se plantó, alcanzó su crecimiento. El tiempo pasado en el Refugio dio su fruto; allí, como en San Francisco de Asís, disfrutasteis de los servicios religiosos, tuvisteis atendida vuestra alma y vuestro cuerpo, catecismo y pláticas, diversiones y juegos. En el hospital se empezó un verdadero Oratorio: teníamos nuestra iglesia, un espacio tranquilo y a propósito; nos parecía que habíamos encontrado morada para mucho tiempo y la verdadera paz; pero la divina Providencia dispuso que saliéramos de allí, para trasladarnos hasta aquí. Estaremos mucho tiempo? No lo sabemos; esperamos que sí, pero sea como fuere, tenemos fe en nuestro Oratorio y, como en el caso de las coles transplantadas, irá aumentando el número de jóvenes que aman la virtud. Crecerá el interés por el canto y la música y, con el tiempo, tendremos clases, no solamente los días festivos y por la noche, sino también durante el día y hasta escuelas taller; y de ese modo celebraremos todos juntos fiestas muy hermosas. No hay que apurarse. No hay que dudar ni un instante del próspero porvenir de nuestro Oratorio. Pongamos nuestros afanes en las manos del Señor y El se cuidará de nosotros. Ya nos bendice ahora, nos ayuda y nos protege. También pensará en el lugar conveniente para promover su mayor gloria y el bien de nuestras almas. Pero, como las gracias del Señor forman una ((**It2.307**)) especie de cadena, de suerte que un anillo se une a otro anillo, no rompamos nosotros esta cadena con el pecado: aprovechemos las primeras gracias de Dios y El nos concederá otras mayores. Corresponded por vuestra parte al fin que se propone el Oratorio; venid a él, instruíos, y así, con la ayuda divina, progresaréis en la virtud, os haréis buenos cristianos y honrados ciudadanos y llegaréis un dia a la patria feliz, en donde la infinita misericordia de Nuestro Señor Jesucristo dará a cada uno el premio que se merece. Después de las prácticas de piedad de aquella tarde, algunos de los jóvenes representaron en el patio un diálogo, escrito por don Bosco. Resonaban las carcajadas de todos al oír las ocurrencias del que hacía el papel cómico. El argumento se refería a la nueva emigración, con todas sus circunstancias: la prohibición de entrar en el recinto interior de las edificaciones de los Molinos, el no estorbar lo (**Es2.236**))
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