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((**Es2.185**) era la vandeana 1 marquesa Julieta Colbert, esposa del marqués Tancredo Falletti de Barolo. Se le podía aplicar, con justicia, el elogio que los Hechos de los Apóstoles hacen de Tabita: <>2. En efecto, empleaba sus muchas riquezas en favor de la clase obrera y de los desgraciados. Generosísima y prudente, solía repetir: -Jamás queda perdido lo que se da por caridad. Demos sin llevar cuenta, que Dios la llevará por nosotros. -El lugar donde experimentaba mayor satisfacción era en las cárceles de mujeres, donde, con permiso de las Autoridades, permanecía tres o cuatro horas cada mañana. Allí, a trueque de insultos, golpes y humillaciones, instruyendo, rezando y haciendo rezar, socorriendo con largueza, cambiaba aquel repugnante lugar de fieras en hogar de criaturas cristianas, arrepentidas y resignadas. Su virtud, su prudencia y sabiduría lograron maravillosas conversiones. Obtuvo del Gobierno el traslado de las detenidas en las cárceles del Senado, en el Correccional y en la cárcel de las Torres a un edificio mejor emplazado para la salud, llamado casa de forzadas, con un reglamento redactado y discutido con ellas mismas, en el cual estaban magistralmente distribuido el tiempo para la piedad, el trabajo y las propias ocupaciones. Confió el gobierno de esa cárcel a las Hermanas de la Congregación de San José, que trajo a Turín desde Saboya, donde tuvieron origen, y levantó para ellas, a sus expensas, una ((**It2.235**)) planta entera sobre aquel edificio que, de esta suerte, tomó el aspecto de un tranquilo y agradable monasterio. Alcanzaba para muchas detenidas el indulto del Rey, y, como buena madre, seguía asistiéndolas después de salir de la cárcel. Todo esto no apagaba su sed de hacer el bien. Lo mismo que había hecho llegar a Turín, por encargo del rey Carlos Félix, a las Damas del Sagrado Corazón para atender la educación de las jóvenes de familias pudientes, instalándolas en una vasta y estupenda quinta de su propiedad en las cercanías de la ciudad, así también en 1834 pensó en las niñas de familias menos acomodadas, y construyó para ellas un espacioso colegio cerca de la iglesia de la Consolata, cuya pensión se reducía a quince liras al mes. Fundaba al mismo tiempo el Instituto de las Hermanas de Santa Ana, cuyas reglas aprobó el Arzobispo, y aceptaba novicias, que puso bajo la dirección 1 Vandeana: del territorio francés llamado Vendée. Así se designaba también a los que, durante la Revolución, se levantaron en el oeste de Francia contra la República y en defensa de la religión y la monarquía. (N. del T.) 2 Hechos IX, 36. (**Es2.185**))
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