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((**Es2.186**) de la saboyana Sor Clemencia, de la Congregación de San José. El admirable resultado de estas novicias, y de las que posteriormente profesaron, demostró la aptitud de Sor Clemencia para tal cargo. Con estas religiosas, preparadas para la enseñanza, tuvo vida el Colegio. Junto a él plantó otra casa para treinta huerfanitas, que se llamaron Julietas, en recuerdo de su nombre; cada una de ellas, al terminar el período de su educación y salir del establecimiento, recibía una dote de quinientas liras. Fundó en varios puntos de la ciudad las llamadas <> (hogares) para muchachas obreras, que aprendían diversos oficios en las tiendas. Cada familia tenía una madre, que gozaba de alojamiento y asignación anual y se encargaba del gobierno del grupo que se le confiaba. Este grupo acudía a la comida preparada por la madre y con ella se reunían por la tarde al volver del trabajo. Allí estudiaban catecismo, aprendían a leer y ((**It2.236**)) escribir, trabajaban en la costura o el bordado, en la cocina y en los demás quehaceres domésticos. Estas jovencitas, que debían ser de buenas costumbres, iban por la mañana a oír la santa misa, y los domingos asistían a todas las funciones parroquiales. Habiendo sabido que en la diócesis de Pinerolo había varias parroquias pobres, sin escuela femenina, y padres que mandaban a sus hijos a escuelas protestantes, suministró a Monseñor Charvaz el dinero necesario para organizar escuelas católicas; encargó a las Damas del Sagrado Corazón que prepararan maestras y estableció las medidas oportunas para que éstas se reuniesen, cada año, en el monasterio de las mismas Damas para hacer ejercicios espirituales. Cuando el rey Carlos Alberto llamó a las Adoratrices Perpetuas de Jesús Sacramentado de Roma, asignando los primeros dineros para la fundación, la Marquesa destinó enseguida una suma conveniente para el sustento de las monjas. La noble señora redactaba e imponía reglamentos y señalaba réditos que aseguraran la perpetua existencia de todas las instituciones que fundaba. El Refugio había sido la primera de estas Instituciones en orden de tiempo. Acudían a la Marquesa muchas jóvenes desgraciadas, que necesitaban una mano piadosa que las levantara. Ella reconciliaba a unas con su padre, sacaba a otras de ignominiosa esclavitud, y les procuraba una honesta colocación. Pensaba, entretanto, en construir un asilo para las arrepentidas, capaz para más de doscientas personas; y lo construyó en Valdocco, poniéndolo bajo el patrocinio de María Santísima Refugium peccatorum (refugio de (**Es2.186**))
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