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((**Es2.175**) <>. 1 ((**It2.220**)) Y la ciencia de los santos es la prudencia. 2 Al igual de la serpiente, escondía la cabeza a los golpes del enemigo, procurando la salvación de su alma y la del prójimo, por todos los medios a su alcance. No transigía en ello: era del todo inflexible. Por lo demás, evitaba, en las palabras y en los escritos, toda cuestión de política, para no caer en sospecha y verse impedido de hacer el bien. En una época tan difícil como aquélla se abstenía de oponerse públicamente con actos contra el Gobierno, atribuyendo francamente los desórdenes que sucedían, aún en daño de la Iglesia, a las sectas y a los empleados que abusaban de su cargo. Era parco en el hablar, y ponderaba sus palabras. Sabía callar lo que pudiese ocasionar algún daño o impedir el bien; era fidelísimo en la guarda de un secreto. Nunca se permitía el menor calificativo que pudiese ser perjudicial a la autoridad o a cualquier persona. Rendía honor a quien le era debido por su posición social, y demostraba su reconocimiento hasta por la simple apariencia de un beneficio. Estaba siempre bien dispuesto a prestar un servicio a los mismos adversarios; les defendía si eran injustamente acusados, los alababa por lo bueno que habían hecho, o por su ciencia e ingenio. Era paciente en las represiones, las acusaciones injustas, y las persecuciones; sabía dominarse a sí mismo, mantenerse en calma, ceder cuando no era obligatoria la resistencia, no olvidando lo que sugería el divino Salvador para evitar males mayores: Ofreced la mejilla a quien ((**It2.221**)) os da una bofetada, dad la túnica a quien os quita la capa, caminad dos millas con un soldado que os obliga a llevar su mochila una milla. Con todo, y es algo maravilloso, rara vez se encontró en estas circunstancias, pues la Providencia dispuso que don Bosco se encontrase con personajes de la alta política y hasta sectarios que, seguros de su lealtad y reserva, acudían a él por motivos personales o de familia y encontraban al hombre de la caridad eficaz. Y, como si esto no bastara, supo don Bosco en más de una ocasión, desbaratar intrigas perjudiciales a la fama, a los bienes de alguno de sus poderosos oponentes, prevenir sus honestos deseos, y así ganárselos indirectamente y hacérselos benévolos. En todo esto procedía siempre con la naturalidad de quien posee el hábito de la prudencia, adquirida a fuerza de actos prácticos repetidos. 1 Mateo X, 16. 2 Proverbios IX, 10. (**Es2.175**))
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