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((**Es19.253**) <>Si por ventura en este momento pudiese llegar mi voz hasta ese Angel Consolador, querría decirle: Beatísimo Padre, escuchad y acoged con agrado las palabras de un hijo pobre, pero afectísimo a Vos. Nosotros queremos asegurarnos el camino que nos conduce a la posesión de la verdadera felicidad; por eso todos nos reunimos en torno a Vos, cual Padre amoroso y Maestro infalible. >>Vuestras palabras serán la guía de nuestros pasos, la norma de nuestras acciones. Vuestros pensamientos, vuestros escritos serán recogidos con la máxima veneración y con viva solicitud difundidos en nuestras familias, entre nuestros parientes, entre nuestros amigos y, si fuera posible, por todo el mundo. >>Vuestras alegrías serán también las de vuestros hijos y vuestras penas y vuestras espinas serán igualmente compartidas por nosotros. Y, así como redunda en gloria del soldado morir en el campo de batalla por su Soberano, así será nuestro más glorioso día aquél en que podamos dar por Vos, Beatísimo Padre, ((**It19.303**)) haberes y vida, porque muriendo por Vos, tenemos una prenda segura de morir por aquel Dios, que corona los momentáneos sufrimientos de la tierra con los eternos goces del Cielo>>. Los aplausos de los asistentes coronaron el discurso y se renovaron inmediatamente por los muchachos al despedirse los Cardenales, Prelados y Autoridades, que salían del templo para ir a visitar las Escuelas y principalmente sus magníficos talleres. No se hubiera podido desear mejor remate de la fiesta. Triduo del Santo y diversos homenajes al Papa A la par de estas manifestaciones públicas de afecto en el Capitolio, en San Pedro y en el colegio <>, se celebraba en la Basílica del Sagrado Corazón el primer triduo con la solemnidad que sólo es posible en Roma. Los tres días celebraron y pontificaron Eminentísimos Cardenales. Don Rafael Antolisei dio nuevas pruebas de su valiosa maestría como compositor y director de coros, interpretando el primer día su Misa en honor de San Juan Bosco, a seis voces en dos coros, y la Missa Brevis de Palestrina los dos días siguientes. El lunes por la tarde predicó el arzobispo Salotti, Secretario entonces de Propaganda Fide; el martes, el eminentísimo Hlond, el cual, pese a su condición polaca, supo desenvolverse con gran soltura en la lengua italiana; el miércoles, Su Eminencia Laurenti, quien, como Prefecto de Ritos, había tratado a fondo la Causa de don Bosco y, por tanto, conocía muy bien al Siervo de Dios. La multitud, que abarrotaba el (**Es19.253**))
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