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((**Es19.254**) patio y los pórticos, pudo participar de algún modo en las funciones y oír los sermones, gracias a los altavoces. Por la noche había iluminación exterior, amenizada por la banda musical del colegio <>, que entretenía hasta muy tarde a la muchedumbre de peregrinos y vecinos. Pero tanta exterioridad habría respondido mezquinamente al espíritu de don Bosco, de no haber habido algo más íntimo y sustancial. Lo que más contribuyó ((**It19.304**)) a honrar al Santo, fue el asedio a los confesonarios, de la mañana a la noche, y el continuo agolparse de los fieles a la sagrada Mesa. Quedaba por cumplirse un obligatorio homenaje: el de manifestar personalmente al Vicario de Jesucristo el reconocimiento de toda la familia salesiana. Cumplieron este sagrado deber el Rector Mayor y los demás Superiores el día diecisiete de abril, acudiendo a los pies del Padre Santo y presentándole los regalos de costumbre en tales circunstancias. Estos eran cuatro. El primero un cuadro, obra de Crida, reproducción a su vez del original de Rollini, existente en el Oratorio, en las habitaciones del Santo. Es el retrato más fiel de don Bosco, como nosotros lo vimos en los últimos años de su vida. Otro regalo fue la Vida de San Juan Bosco, escrita por Monseñor Salotti. Su encuadernación, trabajo del salesiano Guido Colombini, maestro de encuadernación en las escuelas profesionales del Oratorio, era una joya de arte. Es costumbre que todos los volúmenes que se presentan al Papa estén encuadernados en piel blanca. Estas exigencias naturalmente no dejan campo libre al artista para ejercitar su imaginación, pues no le permiten más que la encuadernación en oro.Pero Colombini supo ingeniárselas para lograr una obra de arte sin dejar de lado la tradición. Había en la parte exterior tres franjas de piel amarillenta que cerraban la superficie blanca a la derecha, a la izquierda y por abajo. Las de los lados estaban cortadas horizontalmente y a la misma distancia por hilos de oro; la franja de abajo llevaba impreso el título SAN GIOV. BOSCO, hecho a mano, mediante herramientas especiales y patrones de letras cortadas en latón y bien combinadas, que producían unas letras cuadrangulares, espaciosas, finas y limpias. El borde de arriba quedaba abierto. En la superficie blanca descollaba el escudo papal. El dorso, fileteado como los bordes laterales, llevaba en la parte superior el nombre del autor y, abajo, el título del libro. La parte interior presentaba todavía mayor interés. Aparecía en el centro la figura de Pío XI, vista de perfil y reproducida ((**It19.305**)) como un medallón, con esta leyenda debajo, impresa en oro: (**Es19.254**))
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