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((**Es19.230**) hombre, que enseñe todas las ciencias y materias humanas, pero que no deje de lado las verdades sobrenaturales y divinas. Nuestro Santo, no sólo procuró cumplir esta delicada y ardua tarea, por todos los medios, durante el curso de su vida, sino que la confió, como herencia sagrada, a la numerosísima Familia religiosa por él fundada, a la que también confió el encargo de llevar a muchos pueblos, que yacen todavía en las tinieblas de la ignorancia y del error, la luz del Evangelio y de la civilización cristiana. Y ante las dificultades de todo género, frente a las burlas y mofas de muchos, levantando sus ojos luminosos al Cielo, solía exclamar: <>. Los sucesos mostraban, después, la verdad de sus palabras, y, en consecuencia, las burlas se trocaron en admiración universal. Hemos trazado, Venerables Hermanos y amadísimos Hijos, en sus líneas principales, la maravillosa vida de este héroe de la santidad. Os exhortamos ahora a todos a que os dejéis inspirar por la ardiente imitación de sus virtudes. Así, en efecto, confiamos que todos podremos alcanzar aquellas virtudes del espíritu, que Jesucristo nos ha acarreado con su Redención, por la cual todos los hombres, unidos en una sola familia, podrán entonar con nosotros el cántico pascual: <>. Así sea. ((**It19.275**)) A la homilía siguió la bendición papal, que llevaba aneja la indulgencia plenaria para todos los presentes; por lo que fue necesario decir antes el Confiteor. Lo cantó el Cardenal diácono, que actuaba de ministro, insertando en él la doble mención del nuevo Santo después de los nombres de los Apóstoles Pedro y Pablo: Confiteor... Sancto Joanni y precor... Sanctum Joannem. Después, con voz segura, pero vibrante de emoción, entonó el Papa el Credo, cuya ejecución <> embelesó las almas. Siguieron dos ceremonias originalísimas, que absorbieron la atención de cuantos pudieron verlas. Antes de echar en las vinajeras el vino y el agua, un Prelado probó un poco de ambas especies; lo mismo hizo con dos hostias, después de haberlas puesto en contacto una con la patena y la otra con el interior del cáliz. Es éste un viejo rito que permanece en la liturgia papal, como recuerdo de aquellos tristes tiempos, en los que pedía la prudencia que se tomasen precauciones contra sacrílegos atentados. Llegó a continuación la singular ceremonia de las oblaciones. Al Ofertorio, se acercaron al altar papal los cardenales Pignatelli, Hlond y Dolci: allí les esperaban don Pedro Ricaldone y don Francisco Tomasetti con los representantes del Cabildo metropolitano de Turín, del seminario de Chieri, de la parroquia de Castelnuovo y con los (**Es19.230**))
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