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((**Es19.229**) continuación el canto de la Epístola y del Evangelio, primero en latín, después en griego; repetición que se hace para indicar, que la Iglesia latina y la Iglesia griega están íntimamente unidas. Una vez cantado el Evangelio, el Papa se sentó y leyó en lengua latina la homilía 1. Venerables Hermanos y amadísimos Hijos: En esta Pascua del Año Jubilar, una doble alegría se difunde en Nuestra alma e invade a toda la Iglesia: en efecto, mientras hoy solemnizamos la victoria de Jesucristo sobre la muerte y sobre los poderes del infierno, nos es dado colocar, casi como coronación del Año Santo, que también ha contemplado tantos triunfos de la Fe y de la Piedad popular, la solemne canonización del Beato don Bosco, que Nos mismo hemos puesto hace pocos años, en el número de los Beatos, y que -aún lo recordamos con sumo placer- en los lejanos días de nuestra juventud, nos sirvió de aliento y estímulo en nuestros estudios, y de profunda admiración por las grandes obras realizadas y sus eminentes virtudes. Con verdadero miedo nos disponemos hoy a describir sumariamente esta gran figura de Santo y de Apóstol de la juventud; sin embargo, no podemos, Venerables Hermanos y queridos Hijos, dejar de indicaros las líneas que nos parecen más características de su maravillosa vida. Totalmente entregado a la gloria de Dios y la salvación de las almas, no se arredro ante la desconfianza ajena, sino que, con audacia de conceptos y modernismo de medios, se aprestó a la actuación de los novísimos fines que, a pesar de parecer temerarios, sabía él, por superior ilustración, que estaban de acuerdo con la voluntad de Dios. Al contemplar por las calles de Turín innumerables cuadrillas de jóvenes abandonados a sí mismos y faltos de toda asistencia, buscó la forma de ganárselos, de conquistar sus almas con palabra persuasiva y paternal y, uniendo al placer de las diversiones honestas la enseñanza de la religión y de los rudimentos de la ciencia, con la frecuencia de los Sacramentos, buscó la forma de hacerlos buenos cristianos y honrados ciudadanos. Y así surgieron los Oratorios festivos, que él fundó, no sólo en Turín, sino también en las poblaciones y ciudades próximas, y allí donde llegaron sus providenciales instituciones, que tanto bien realizaron y realizan con los jóvenes. Queriendo, además, proporcionar a la juventud un medio honesto y seguro ((**It19.274**)) para lograr una posición en la vida, fundó las escuelas de artes y oficios para la clase obrera; y fundó colegios para las clases más altas, en los cuales son recibidos, educados y encaminados con justa liberalidad y seguridad de métodos por el camino del saber. El secreto con el que su sistema educativo obtuvo frutos tan abundantes y maravillosos está en que actuaba con los principios inspirados en el Evangelio, que siempre ha recomendado la Iglesia y que Nos mismo hemos trazados e inculcado tantas veces y en tantas ocasiones. El pretendía formar en los jóvenes el ciudadano y el cristiano, el perfecto ciudadano, digno hijo de la patria terrena y el perfecto cristiano merecedor de convertirse un día en miembro glorioso de la patria celestial. La educación, según él, no debe ser únicamente material, sino sobre todo espiritual; no debe limitarse a reforzar los músculos con ejercicios gimnásticos, a robustecer las fuerzas corporales con el sano ejercicio de las mismas, sino que debe, por encima de todo, ejercitar y reforzar el espíritu, disciplinando sus movimientos desordenados, fomentando sus mejores inclinaciones y dirigiendo todo hacia un ideal de virtud, de probidad y de bondad. Educación, por tanto, plena y completa, que abrace a todo el 1 El texto latino, en el Ap., Doc. 17. (**Es19.229**))
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