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((**Es19.210**) fiestas de los mártires son exhortaciones al martirio>>: exhortationes sunt martyriorum. Con la misma maravilla con que Nos honramos a los Mártires de la sangre, consideramos estos otros verdaderos martirios, tan diversos y tan admirables a nuestros ojos, pero a menudo desconocidos, enterrados en el ámbito de una casa religiosa, a los pies de un altar, en el más oculto y retirado lugar, en una penitencia de vida inocentísima, en la inmolación completa, hasta en el deseo vivísimo de llegar al derramamiento de la sangre y a la muerte, con tal de ser fieles a Dios. El mundo no conoce ni conocerá jamás estos martirios, consumados por muchas almas olvidadas de sí mismas, verdaderas víctimas inocentes, sin más intención que la de alejar precisamente del mundo -y cuántas veces los alejan- los rigores de la divina Justicia, especialmente en estos difíciles y tristes tiempos, para atraerlos sobre sus propias personas. Hay muchos buenos y verdaderos padres cristianos, hay numerosas familias, fieles en todo a sus deberes de esposos, de padres, de obreros, de trabajadores cristianos, de servidores cristianos, fieles a todos sus deberes, a costa de indecibles angustias y privaciones, a costa de luchar constantemente contra la inclemencia de las condiciones del momento: íésos son verdaderos mártires de la vida cristiana! Y aún más: fuera de estas situaciones verdaderamente graves, a las que, a menudo, no les falta ni siquiera la nota trágica para ser mártires, ícuántas otras vidas hay, más serenas, que se desenvuelven, al menos aparentemente, sin dificultades, pero que están llenas de obstáculos superados noble y cristianamente! Son muchas las vidas que se consumen precisamente en el cumplimiento de modestas obligaciones, sin durezas especiales, pero con deberes precisos que no están faltos de ciertas responsabilidades, cumplidos cada día, todos los días y siempre igual. Y eso en la monotonía de muchas vidas obligadas a un deber que no presenta ninguna fuerza de elasticidad o propulsión y estímulo, que muchas veces facilitan precisamente el desarrollo, en aquel terrible y cotidiano trabajo que no varía nunca y que requiere siempre las mismas diligencias, la misma atención, exactitud y puntualidad, sin compensaciones morales. He ahí unos mártires más modestos, menos pomposos que los grandes mártires, y sin embargo verdaderos mártires ellos también. Y hay muchos así: y también a ellos les repiten los Mártires de la sangre, para animarlos: Nondum usque ad sanguinem restitistis. Y todavía otra reflexión. Al glorificar a estos nuevos Mártires nosotros los admiramos y honramos cuando han llegado a la cima de su calvario, que no está oscurecido como el Calvario del Rey de los Mártires, ((**It19.250**)) sino que recibe de El espléndida luz; y no pensamos que ellos se prepararon a estas grandes metas con caminos modestísimos, con la paciencia, perseverancia y fortaleza que se requería para el pequeño martirio de su vida cotidiana. Valga un ejemplo: San Fructuoso, obispo de Tarragona, fue conducido al último suplicio, después de una jornada de vejaciones y tormentos: uno de los esbirros que le vio tan exhausto, extenuado y muriendo de sed por la mucha sangre perdida, le ofreció un vaso de agua; el Santo Obispo le dio las gracias, pero lo rechazó diciendo: -No puedo, hoy es día de ayuno y aún no ha llegado el anochecer-. Y el gran escritor cristiano Alejandro Manzoni, comenta rectamente: <<>>Quién no entiende que este respeto reverente, diligente y cuidadoso a la ley divina fue precisamente lo que había preparado al Mártir para el último sacrificio?>>. También el Beato don Bosco tiene su puesto en este magnífico ambiente y orden de cosas. He aquí una vida -Nos pudimos verla y apreciarla de cerca en su propia salsa- he aquí una vida que fue un verdadero, real y gran martirio: una vida de trabajo colosal que ofrecía la estampa de la opresión con sólo verlo, la del Siervo de (**Es19.210**))
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