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((**Es18.310**) años. ((**It18.354**)) Salió de Turín en enero del 1867 con don Juan Bautista Francesia, el cual narró después aquel viaje en un grueso volumen. Durante dos meses ejerció un verdadero apostolado, desde el púlpito, en el confesonario, junto al lecho de los enfermos, en visitas hechas y recibidas; pero estaba allí para arreglar graves divergencias sobre el nombramiento de los Obispos. Casi toda Italia había quedado unificada bajo el cetro de Víctor Manuel II; el Gobierno residía en Florencia. No se encontraba un camino de entendimiento para proveer a tantas sedes episcopales vacantes en los territorios anexionados al Piamonte: don Bosco lo consiguió con su política del Pater Noster. Encarriló las diligencias necesarias para la aprobación de la Sociedad Salesiana. Los nobles romanos se lo disputaban para celebrar la misa en sus oratorios privados, ante lo mucho que se iba difundiendo su santidad. Con la libertad de los Santos, dijo duras verdades al ex-rey de Napoles. Volvió a Roma el año 1869. Tuvo que ingeniarse para lograr que se mirara con buenos ojos a su nueva Sociedad. Pero necesitó los milagros de María Auxiliadora: un moribundo sanado, un enfermo gotoso curado, una pulmonía detenida. El Papa no se le podía mostrar más padre. Cuando marchó, llevaba consigo la suspirada aprobación. El Concilio Vaticano lo reclamó a Roma el 1870. En la vigilia de la Epifanía <> se hizo oír por su medio <>. Influyó mucho en el ánimo de muy autorizados Padres en favor de la definición dogmática de la infalibilidad pontificia. El Papa lo llamó a su presencia y le dijo: -Sus opositores son también los míos. Después de la ocupación de Roma, sus cuatro primeros viajes, requeridos por el Papa y por el Gobierno, tuvieron por móvil allanar las dificultades para proveer de obispos a las numerosas diócesis que no lo tenían. Al mismo tiempo, proseguía sin descanso las laboriosas diligencias para conseguir la aprobación de las Reglas. En el cuarto de estos últimos viajes parecía ya logrado el intento, pero faltó un voto en la comisión cardenalicia. Por la tarde del día 3 de abril de 1874, que era viernes santo, dijo el Papa al relator: -El voto que falta lo pongo yo. Y así quedó extendido el decreto. ((**It18.355**)) Desde 1875 a 1882 volvió a Roma diez veces, principalmente para asuntos de la Congregación, que quería dejar completamente asegurada antes de su partida de este mundo. El año 1876 accedió a (**Es18.310**))
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