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((**Es18.261**) a mirarlo. Sacó don Miguel Rúa el contenido y contó seis billetes de a mil. El mismo don Miguel Rúa contó el hecho a don Juan Bautista Lemoyne, quien tomó nota en seguida y su apunte se conserva todavía en nuestros archivos. Del contenido no se desprende que don Bosco dijera al Conde qué destino iba a dar a aquel dinero; más aún, es algo a descartar, como lo pone de manifiesto la siguiente carta, destinada a servir de recibo, en atención a la donante. Muy querido señor Conde Eugenio: A su paso por Turín, tuvo a bien venir a hacernos una visita, visita de verdadera caridad. Nos encontrábamos frente a una letra vencida, de seis mil liras, que nos habían entregado pocos minutos antes, y era precisamente una de las deudas que los Misioneros habían dejado antes de partir para Patagonia; ayer, a las diez de la mañana, se pagó la deuda, con admiración del acreedor y con maravilla de mí mismo, que no creía podérsela pagar tan pronto. ((**It18.296**)) Que Dios le bendiga, querido señor Eugenio, a usted, que fue el benemérito portador; y bendiga también a su caritativa tía, que fue la generosa donante. Todos nuestros misioneros y nuestros doscientos cincuenta mil huérfanos pedirán al Señor que se digne recompensarle en el tiempo y en la eternidad. Aprovecho esta misma ocasión y cumplo mi deber de agradecerle el mucho bien que ha hecho a toda la Congregación Salesiana y a sus alumnos, en repetidas circunstancias. Valoramos ahora la importancia de sus favores, por los apuros que estamos pasando y por la multitud de huérfanos de todas partes que piden incesantemente ayuda. Que Dios le bendiga, señor conde Eugenio, y la Santísima Virgen les proteja a usted y a toda su familia y conduzca siempre a todos por el camino de la virtud hasta el Paraíso; pero con usted y también con este pobre que escribe. Hace ya bastante tiempo que no he escrito ni una carta; le ruego, por tanto, que disculpe la mala letra y el poco orden de mis pensamientos. Esto me sirvió de grato entretenimiento con aquél a quien tanto aprecio en el Señor y por quien todos los días tengo un recuerdo especial en la santa misa. Contentos siempre de poderle ver y servir en todo, tengo el honor y la satisfacción de profesarme, De V. S. carísima. Turín, 6 de marzo de 1887. Su seguro servidor,. JUAN BOSCO, Pbro. El donativo resultó, pues, doblemente providencial, porque sirvió para saldar una deuda urgente, que era precisamente de seis mil liras y posibilitó el disponer de una cantidad igual para los primeros trabajos de Vallecrosia. En un apuro de tal importancia, no podía don Bosco dejar de solicitar la caridad de las personas más capaces de comprenderlo (**Es18.261**))
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