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((**Es18.262**) y más dispuestas a ayudarle. He aquí, en efecto , algunas de las cartas que entonces dirigió a bienhechores y bienhechoras. Escribió a la marquesa Enriqueta Nerli, de Florencia, que era también una de las mamás. Ilma. señora Marquesa y querida como Madre: He recibido en buen estado la grande y valiosa caja de botellas del singularísimo y excelente vino. Estoy un poco acobardado porque, como hijo afectuoso suyo que quiero ser, debería ofrecérselo yo a mi caritativa mamá. Es del mejor gusto y de óptima calidad. ((**It18.297**)) La vida, que este precioso licor me prolonga, es sin duda, un regalo más que me hace. Bendito sea Dios en todo y bendita su caridad, especialmente en estos tristes momentos en los que no me hubiera atrevido a hacer ningún gasto. Las casas de Liguria y algunos huerfanitos y huerfanitas dispersos con nuestras Hermanas, me obligan a rigores que nunca he tenido. Pero el Señor nos ha sostenido siempre, María nos ha protegido y por tanto nuestra confianza no disminuirá jamás. Dígnese ayudarnos con sus santas oraciones; y así le profesamos en todas las cosas la más sincera gratitud y, con la esperanza de poderle saludar personalmente, considero preciosa la ocasión de profesarme ahora y siempre. Turín, 3 de marzo de 1887. Su obediente hijo, JUAN BOSCO, Pbro. La Marquesa le envió como respuesta quinientas liras. El Santo, al acusar recibo, le avisó que procurase hacer pronto su testamento: que no tardase un solo día, porque de otro modo quedaría como Job y moriría abandonada de todos, sin poder disponer de nada. La señora no tomó el consejo a la letra; y sucedió que, habiendo caído enferma a finales de marzo, los criados y el médico la aislaron totalmente de toda suerte de personas. Hasta al Director de la casa de Florencia, que quiso visitarla, se le negó la entrada. Cuando murió, la abandonaron totalmente, de modo que don Esteban Febbraro tuvo que hacer el velatorio del cadáver. No se encontraron valores o mejor no se supo nada de ellos; la abundante herencia con la que ella quería beneficiar a las obras de caridad, fue a parar a manos de parientes remotísimos. Un bienhechor constante y generoso era siempre el genovés Antonio Oneto Dufour. También a él le escribió con su acostumbrada sencillez: Muy apreciado señor Oneto Dufour: No se extrañe de que este pobre cura recurra todavía a su caridad, que me es tan conocida. Me encuentro en grave necesidad. Todas nuestras casas de Liguria han sido, más o menos, damnificadas, por el desastre del terremoto; pero las escuelas, la (**Es18.262**))
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