Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es18.121**) éxtasis. Corrían gruesas lágrimas por sus mejillas, y como se diera cuenta de ello el Superior, dijo fuerte con su voz dulce y simpática: >>-Don Bosco está llorando. >>Es imposible describir la emoción que produjo en nuestras almas aquella simple expresión. Las lágrimas del Santo fueron todavía más elocuentes que los inflamados suspiros de don Miguel Rúa. Nos sentimos profundamente emocionados y reconocimos la santidad ante la señal del amor y ya no necesitábamos milagros para manifestar al Santo nuestra veneración, mientras íbamos desde allí al comedor>>. Y he aquí lo que hicieron. Los seminaristas, que eran ciento veinte, quisieron besar la mano a don Bosco. En un abrir y cerrar de ojos se pusieron de acuerdo. Dos se colocaron a su lado, le tomaron los brazos para sostenerle y así, mientras recorrían el pórtico hasta el refectorio, pasaron todos de dos en dos besándole las manos. Y téngase en cuenta que, en Francia, no es costumbre besar la mano a los sacerdotes como hacemos en Italia; allí es un acto que supone una alta veneración personal. Empezó entonces una porfía por hablarle en privado. ((**It18.132**)) He aquí un episodio. A la mañana siguiente, temprano, el seminarista Eduardo Jourdan se escurrió, no se sabe cómo, de la fila, corrió a la habitación de don Bosco y llamó a su puerta. Nadie respondió, pero salió Viglietti, el cual le dijo que don Bosco se encontraba en la sala de lectura. Sin decir palabra, el seminarista se dirigió allí, seguido de un compañero que se le había añadido no se sabe cómo. En aquel momento, se abrió la puerta de la sala y apareció don Bosco. Dieron los dos un salto y se arrodillaron ante él. Habló primero Jourdan y dijo: -Padre, estoy indeciso sobre mi vocación, dígame qué debo hacer. -Usted, amigo mío, necesita venirse conmigo, le dijo don Bosco. Usted será salesiano. También el otro le preguntó sobre el camino a seguir y, por toda respuesta, recibió un gesto negativo con la mano derecha, que quería significar: -A usted no le quiero. Lo mismo al decir que sí, al primero, que al decir que no al segundo, lo hizo en tono categórico. Otra ocurrencia tuvieron aquellos buenos seminaristas; fue la de cortarle pedacitos de la sotana o mechoncitos del cabello. Realizaron su intento, mientras el Superior enseñaba a don Bosco las distintas dependencias de la casa. Algunos iban provistos de tijeras y se disponían (**Es18.121**))
<Anterior: 18. 120><Siguiente: 18. 122>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com