Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es18.103**) -Este es el sitio que deberá servir para nuestras Hermanas. Pero todo parecía conjurarse en sentido contrario. Las pretensiones de los dueños eran tan exorbitantes que, después de varios intentos para ver de reducirlas, se renunció a la idea y se pensaba buscar otra solución. Don Bosco seguía insistiendo al Director para que las Hermanas fueran pronto a Sarriá. Parecía desvanecida toda esperanza, cuando murió el propietario de repente, y su hijo, único heredero, decidido a abandonar aquel lugar cuya vista renovaba continuamente su acerbo dolor, ofreció por su propia voluntad la casa a un precio muy reducido; se encontró, además, en seguida la persona que tomó a su cargo costear los gastos de la adquisición, y las Hermanas no tardaron mucho en tomar posesión. ((**It18.110**)) Un día recibió a un grupo de señores desconocidos, a los cuales distribuyó una medalla al terminar la audiencia. Había tomado un puñado al azar y no le llegaron para el último. Rogóle éste que no lo privara de ella, y don Bosco le dijo: -Usted ha abandonado la vida religiosa. Y, efectivamente, había salido de la Compañía de Jesús. MARTES, 4 DE MAYO Se acercaba el día de la partida y los amigos de don Bosco ya empezaban a sentir la pena de la separación. Una simpática demostración conmovió a cuantos se encontraron presentes. Los nietos de doña Dorotea y los hijos de don Luis Martí-Codolar, unos cuarenta entre todos, llevaron sus ahorrillos y los depositaron en manos de don Bosco: unos cien pesetas, otros doscientas y algunos más. El las iba recibiendo sonriente y diciendo a cada uno una palabrita; y, por fin, invocó sobre ellos la bendición del Señor. Celebró la misa en casa de los señores Pons, donde también comió al mediodía; después visitó a las religiosas Auxiliadoras y el Colegio de los Jesuitas. Se entretuvo con los Padres más de media hora <>, nos escribía el padre Antonio Viladevall desde San Miguel (Argentina), el día 25 de junio de 1933. Y, cuando se disponía a retirarse, todos aquellos religiosos le besaron la mano. El venerando padre Viladevall tiene un motivo especial para no olvidarse nunca de aquella visita. Enseñaba en el Colegio matemáticas; pero una obstinada laringitis le había dejado disfónico desde hacía unos meses de modo que, en vez de dar clase, se veía obligado a hacer (**Es18.103**))
<Anterior: 18. 102><Siguiente: 18. 104>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com