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((**Es17.78**) bondad de devolverle la visita unos días después. El dieciocho fue a ver al cardenal Ludovico Jacobini, secretario de Estado, que le prometió hacer todo lo posible por él. El veinticinco, en compañía de don Francisco Dalmazzo, fue a visitar al cardenal Parocchi, Vicario de Su Santidad. Aunque hacía poquísimas visitas, recibía en cambio muchas individuales y colectivas. Fueron a verlo el padre Carrie, de la Congregación del Espíritu Santo, superior de la misión del Congo con el título de Viceprefecto apostólico; monseñor Gandolfi, que había sido obispo de Civitavecchia; un representante del Obispo de Santiago de Chile, que pedía Salesianos para aquella república; el obispo Kirby, rector del Colegio Irlandés, en compañía del arzobispo Domingo Jacobini, secretario de Propaganda, que se quedaron a comer con él 1; monseñor Rota, ((**It17.81**)) obispo de Guastalla primero, después de Mantua y entonces arzobispo titular de Cartago 2. Volvió el cardenal Consolini y fue también el cardenal Nina. El cardenal Bonaparte, al pasar en coche por delante de la casa y no pudiendo apearse por una enfermedad, envió a don Bosco su tarjeta de visita. De vez en cuando llenaban la habitación grupos de jóvenes clérigos y era continua la afluencia de personas piadosas. El había esperado que en Roma iba a disfrutar un poco de la tranquilidad que tanto necesitaba; pero a veces eran muy pocos los momentos de paz que 1 En otras ocasiones había ido a comer en casa de monseñor Kirby. íDon Bosco era muy querido y venerado en el colegio irlandés! Pero también el colegio inglés lo conocía y apreciaba, tanto que volvió a introducirse en él una hermosa y antigua costumbre. En tiempos de san Felipe Neri los sacerdotes ingleses ordenados en la ciudad eterna, antes de volver a su patria; solían pedir al Apóstol de Roma la bendición para su apostolado sacerdotal y misionero en Inglaterra; y el santo, el encontrar a alguno de ellos por Roma cuando iban a clase, los saludaba con las palabras: Salvete, flores Martyrum. Ahora bien, hacía ya varios años, cuando corrió la voz en el colegio de que don Bosco era un santo, los noveles levitas se apresuraban a ir con este mismo fin a él en Roma o a su paso por Turín. Este afecto a don Bosco fue para algunos irlandeses e ingleses el germen de su vocación a la vida salesiana, en vida del fundador (Ap. Doc. 9). El reverendo santiago Rowan, estudiante en aquel colegio, había sido despedido por el Rector por falta de salud. Todos creían que sus días estaban contados. Volvió, pues, a Inglaterra convencido de que tenía que renunciar definitivamente a los estudios y al sacerdocio. Sin embargo, antes de salir de Roma, escribió a don Bosco, el cual le contestó con una carta muy tranquilizadora. En efecto, cuando llegó a su patria, ya no tenía tos, ni tuvo en adelante enfermedad alguna. Pudo, pues, volver allí a sus estudios, fue ordenado sacerdote y llegó a ser párroco celoso en los santos Mártires de Manchester, en el centro de cuya ciudad levantó una magnífica iglesia con escuelas anejas y trabajó incansablemente hasta un año antes de su muerte, rrida en 1935. Así lo declaraba públicamente su Obispo en una asamblea diocesana y concluía: -Este es uno de los milagros obrados por don Bosco estando en vida. -La misma declaración había hecho en la Catedral el día de Pascua de 1934, por la tarde. 2 El 10 de noviembre de 1884 volvió a ser restablecida por León XIII la sede arzobispal de Cartago; monseñor Rota fue trasladado entonces a la sede titular arzobispal de Tebas.(**Es17.78**))
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