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((**Es17.63**) Con este pensamiento fueron a descansar. Estaban en el primer sueño, cuando un gran estruendo despertó a don Julio Barberis y a otros: la lluvia caía a cántaros; llovió durante toda la noche y aún siguió toda la mañana. La señora entregó a don Bosco quinientos francos y prometió otras limosnas semejantes si el campo marchaba bien. Un sacerdote de Lyon, que estaba allí de paso, exclamó: -He ahí lo que significa hospedar a los Santos. Distaba poco Antibes, pequeña ciudad de la costa entre Cannes y Niza. Una rica familia de allí ponía a disposición de don Bosco una finca de su propiedad, para que abriese en ella una casa. Visitó a aquellos señores el día primero de abril, a su regreso a Niza. Durante las pocas horas de parada se le presentaron tres personas distinguidas para saludarle y agracederle el saludable efecto de una bendición que les había dado. A este propósito, atestigua su compañero de viaje: <>. Tomó el tren para Niza y, en una estación intermedia, subió ((**It17.63**)) al mismo departamento una familia entera que, al ver a dos curas italianos, comenzó a lamentarse de que, el año anterior en París, no habían tenido tiempo para visitar a don Bosco. A la hora de bajar, mientras se disponían a ello, una de las hijas dijo al padre: -Me parece que aquel sacerdote debe de ser don Bosco. El padre, como disparado por un resorte, le preguntó: -Perdone, >>es usted don Bosco? A la respuesta afirmativa, padre, madre e hijos se arrodillaron pidiendo la bendición. El Santo los bendijo. Aquellos señores no sabían resignarse, por no haberlo conocido hasta el mismo momento de tener que separarse. En Niza dio una conferencia el día dos y, a las ocho de la tarde del día tres, llegó a Alassio, donde se encontró con don Juan Cagliero y don Juan Bautista Lemoyne, que habían predicado los ejercicios espirituales a los muchachos. Con ellos siguió viaje el día cuatro hacia Sampierdarena, adonde llegaban contemporáneamente los otros miembros del Capítulo Superior, excepto don Celestino Durando. Los había convocado allí para celebrar aquella misma tarde una reunión y tratar diversos asuntos de la Congregación. Pero antes tuvo tiempo para acercarse a Pegli y visitar a la condesa Solms, que habitaba allí desde hacía diez años. Era prima del emperador Guillermo y católica; educaba en la religión católica a su hija, mientras los hijos(**Es17.63**))
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