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((**Es17.62**) a una primitiva e incómoda tartana. Como el camino era pedregoso, el carruaje iba a brincos, descomponiendo de mala manera el estómago a don Bosco. Vióse, por ello, obligado a apearse y hacer a pie con mucho trabajo media hora de camino entre guijarros y polvo, teniendo, además, que luchar contra un viento fuerte y frío. Llegaron de este modo a un castillo denominado Castilla, a cuyos señores había prometido el día anterior una visita. Ellos, que lo esperaban, al verle en aquel estado, le prepararon rápidamente una providencial taza de té. Y, al llegar la hora de la partida, le ofrecieron su coche de dos caballos, en el cual recorrió el resto del camino. El hijo de los señores, que el año anterior se encontraba gravemente enfermo y había ido a pedirle la bendición, se presentó para darle las gracias, ya que, a partir de aquel momento, había comenzado a mejorar y se encontraba muy bien. Durante la conversación se lamentaban todos de la obstinada sequía, que abrasaba el campo. -Diga usted una palabra al Señor, le suplicaban, y el Señor nos enviará la lluvia. -Sí, sí, respondió él, ruego por la lluvia y mañana celebraré la misa según esta intención. ->>Cree usted, que lloverá? -Sí, lo creo. El Señor ha prometido que donde dos o tres se reúnen para pedir algo al Eterno Padre, en su nombre, El estará en medio de ellos. Nosotros estamos reunidos aquí unos cuantos para pedir una cosa al Señor; por consiguiente, Jesús está con nosotros. -Pero nosotros somos muy malos y el Señor no nos escucha. ((**It17.62**)) -Nosotros somos muy malos y no merecemos que el Señor nos escuche; pero, en medio de nosotros, está Jesús que hace nuestras veces. ->>Así, dice usted de veras que lloverá? Hace poco menos de un año que no llueve. -Sí, sí, lloverá. Hace unos días que el Obispo ha ordenado se diga en todas las misas la oración por la lluvia. El Señor no es sordo a tantas oraciones. Preocupémonos solamente de no impedir a Jesús que esté con nosotros. Después de estas y otras conversaciones, tras rezar para obtener la lluvia y dar la bendición a todos, partió hacia otro castillo, La Bastide, a media hora de coche. Allí tenían que pernoctar los viajeros con la familia Obert. En la cena se habló también sobre la lluvia tan necesaria y, de nuevo, volvió don Bosco a prometer que llovería. La señora contestó: -Daría cualquier cosa, si lloviese.(**Es17.62**))
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