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((**Es17.422**) asistió pontificalmente el Arzobispo, y dispuso que se aplicaran múltiples sufragios en las casas de la Congregación. No se pudo impedir que regresara al Oratorio en la mañana del día treinta de julio para encontrarse con los exalumnos sacerdotes. Nada mas aparecer en el patio, salió a su encuentro monseñor Berchialla, arzobispo de Cágliari y miembro de la Congregación de los Oblatos de la Virgen María, con quien subió a su habitación y se entretuvo durante casi una hora. Lo más importante para nosotros fue su platica final después de la comida, no tan breve como la anterior. He aquí el buen resumen, que ha llegado a nosotros. No es mi intención deciros muchas palabras, sólo deseo haceros notar una cosa muy importante, que os recomiendo tengáis siempre grabada en la memoria. Es necesario remediar la falta de sacerdotes. No debiera haber un sacerdote que no se industriase por procurar, por favorecer, aun a costa de sacrificios, el espíritu de vocación en otros, para dejarlos como herederos sucesores en el ministerio de salvar almas. La falta de sacerdotes en muchos lugares es demasiado sensible y causa gran daño a los fieles. Nosotros, con nuestras débiles fuerzas, hemos hecho lo que nos fue posible en el pasado, para poner remedio a este inconveniente. Hemos instituído la Obra de los jóvenes adultos para encaminarlos a la carrera eclesiástica; recordaréis que Pío IX, en el último año de su Pontificado, bendijo la nueva Institución de los hijos de María Auxiliadora, destinada a proporcionar sacerdotes celosos a la Iglesia. ((**It17.491**)) Esta obra fue aprobada por los Obispos y aplaudida por todos los que comprendieron la importancia de su finalidad. Algunos de los aquí presentes deben a esta institución haber sido elevados a la dignidad sacerdotal. Todos vosotros sabéis cuál es la naturaleza de la obra de los hijos de María Auxiliadora. Es una obra en favor de los jóvenes ya crecidos, que, por falta de medios económicos, de tiempo o impedidos por el servicio militar para seguir los estudios, no pudieron encaminarse al estado eclesiástico como habrían deseado y al que estaban llamados. Muchos de éstos esperan una mano amiga, que los ayude a recorrer el camino de su vocación. Esta mano, que los debe guiar, ya apareció, ya se les tendió y fundó su obra según la mente del gran Pontífice Pío IX. Por consiguiente, si os encontráis con un joven de buena voluntad, no le desatendáis; buscad los medios oportunos para que pueda llevar a cabo su carrera. Es necesario dotar a la Iglesia de misioneros, de párrocos, de coadjutores; es preciso remediar mil necesidades grandes, urgentes, que aumentan de día en día. Más de una vez encontraréis en vuestros pueblos, en vuestras parroquias, a jóvenes de quince, dieciséis, veinte años, que todavía no han comenzado los estudios y, sin embargo, tienen vivo deseo de estudiar. Estos no serían admitidos en los colegios ordinarios de educación por su edad; ellos mismos tendrían reparo para sentarse en los bancos de la escuela en medio de compañeros menores que ellos; encontrarían, por el escaso ejercicio de sus facultades mentales, enorme dificultad para seguir un curso regular de estudios. Estos acudirán a vosotros, pidiendo que los ayudéis a llegar al sacerdocio. Es un hecho que se repite cada día. Recibidlos amablemente, animadlos. Enviadlos adonde queráis. Si tenéis lugares aptos para este fin, adonde enviarlos y pueden pagar la pensión, bien; asunto concluido. Mas, si no sabéis dónde colocarlos, si no tienen medios suficientes, enviadlos a don Bosco, que buscará la manera de ayudarlos. Cuidad únicamente de observar si tienen vocación y si su conducta permite (**Es17.422**))
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