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((**Es17.420**) que corre a lo largo del Po? Pues, vaya al número 4. Es una casa donde ahora hay militares. Al frente de ellos está un tal señor Burlezza, ((**It17.488**)) que está dispuesto a vender dicho local; se lo cederá, pues, de buena gana. -Bien, bien, veré de hacer algo; vosotras, entretanto, rezad. -Sí, sí, rezaremos, respondieron a coro las niñas; pero usted acuérdese de nosotras y de nuestras necesidades. El Siervo de Dios entonces se alejó, quiso observar el local, encontró los militares, pero, al señor Burlezza, no. Después de esto dirigióse al Oratorio y, al llegar a él, se despertó. Una vez que hubo contado el sueño, ordenó a Viglietti que tomara nota y que comprobase si, en realidad, existía aquel local, pues él no había visto nunca el número 4 a lo largo del Po, y si existía el señor Burlezza. Viglietti rogó inmediatamente al Rev. Bonora que se dirigiese al sitio indicado e hiciese las consiguientes averiguaciones. El Rev. Bonora encontró las cosas como don Bosco las había soñado, pero al parecer, según hace notar Lemoyne, el local en cuestión no estaba en venta. El día veintitrés todos los alumnos del colegio de Lanzo fueron a ver a don Bosco, al que rodearon con afecto filial y de cuyos labios oyeron paternales recomendaciones. Su ingeniosa jovialidad los entusiasmó. Y, en realidad, el restablecimiento de la salud le devolvía también algo del antiguo encanto que ejercía en las masas juveniles. También podía trabajar. Un día estuvo hablando cuatro horas seguidas con el doctor Turina, director del hospital de San Mauricio Canavese, que había ido a tratar sobre un legado testamentario de interés común. Otro día escribió cinco cartas sin la dificultad de antes; después contó un montón de cosas divertidas y, recordando sus juegos de prestidigitación de los años juveniles, dio muestra de ellos con una varita, que, apoyada simplemente sobre el pulgar de la derecha, hizo saltar y dar vueltas de todas las maneras. Este nuevo vigor lo movió a interrumpir la tranquila y fresca morada de Mathi para bajar a Valdocco el día veintiséis de julio y tomar parte en el banquete fraterno de los exalumnos seglares. Aquel día el estro poético de don Juan Bautista Francesia, tomando pie del mencionado discurso del teólogo Antonio Berrone, estableció en elegantes versos piamonteses un ingenioso ((**It17.489**)) paralelo entre Napoleón y don Bosco, dando a éste en más de un punto la palma de la victoria sobre el otro 1. Don Bosco puso fin al acto con unas breves palabras. 1 Don B_sch e Napoleon, canson piemontéisa. J. B. FRANCESIA, Turín, Tip. Sal. 1885. El (**Es17.420**))
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