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((**Es17.264**) El intérprete replicó entonces: -Los que vienen aquí neque sitient, neque esurient amplius. Dicho esto, comenzó a entrar gente, vestida de blanco, con una sencilla cinta a manera de collar, de color rosa, recamada de hilos de oro que les ceñía el cuello y las espaldas. Los primeros en entrar formaban un número limitado, sólo un pequeño grupo. Apenas penetraban en aquella gran sala se iban sentando en torno a la mesa para ellos preparada, cantando: íViva! íTriunfo! Y entonces comenzó a aparecer una variedad de personas, grandes y pequeños, hombres y mujeres, de todo género, de diversos colores, formas y actitudes, resonando los cánticos por todas partes. Los que estaban ya colocados en sus puestos cantaban: íViva! Y los que iban entrando: íTriunfo! Cada turba que penetraba en aquel local representaba a una nación o sector de nación que sería convertida por los misioneros. Di una ojeada a aquellas mesas interminables y comprobé que había sentadas junto a ellas muchas hermanas nuestras y gran número de nuestros hermanos. Estos no llevaban distintivo alguno que proclamase su calidad de sacerdotes, clérigos o religiosas, sino que, al igual de los demás, tenían la vestidura blanca y el manto de color rosa. Pero mi admiración creció de pronto cuando vi a unos hombres de aspecto tosco, con el mismo vestido que los demás, cantando: íViva! íTriunfo! Entonces nuestro intérprete dijo: -Los extranjeros y los salvajes, que bebieron la leche de la palabra divina de sus educadores, se hicieron propagandistas de la palabra de Dios. Vi, en medio de la multitud, grupos de muchachos con aspecto rudo y extraño, y pregunté: ->>Y estos niños que tiene una piel tan áspera que parece la de los sapos, pero tan bella y de un color tan resplandeciente? >>Quiénes son? El intérprete respondió: -Son los hijos de Cam que no han renunciado a la herencia de Leví. Estos reforzarán los ejércitos para defender el reino de Dios que ha llegado finalmente a nosotros. Su número era reducido, pero los hijos de sus hijos lo han acrecentado. Ahora escuchad y ved, pero no podréis entender los misterios que contemplaréis. Aquellos jovencitos pertenecían a la Patagonia y al Africa Meridional. ((**It17.304**)) Entretanto aumentaron tanto las filas de los que penetraron en aquella sala extraordinaria, que todos los asientos aparecían ocupados. Sillas y escaños no tenían una forma determinada, sino que tomaban la que cada uno quería. Cada uno estaba contento del lugar que ocupaba y del que ocupaban los demás. Y he aquí que, mientras de todas partes salían voces de: íViva! íTriunfo!, llegó finalmente una gran turba que, en actitud festiva, venía al encuentro de los que ya habían entrado, cantando: íAleluya, gloria, triunfo! Cuando la sala apareció completamente llena y los millares de reunidos eran incontables, se hizo un profundo silencio y, seguidamente, aquella multitud comenzó a cantar dividida en coros diversos: El primer coro: Appropinquavit in nos regnum Dei, laetentur Coeli et exultet terra, Dominus regnavit super nos, alleluia. El segundo coro: Vicerunt et ipse Dominus dabit edere de ligno vitae et non esurient in aeternum, alleluia. Y un tercer coro: Laudate Dominum omnes gentes, laudate eum omnes populi. Mientras cantaban estas y otras cosas alternando los unos con los otros, de pronto se hizo por segunda vez un profundo silencio. Después comenzaron a resonar voces (**Es17.264**))
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