Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es17.265**) que procedían de lo alto y de lejos. El sentido del cántico era éste y la armonía que le acompañaba era difícil de expresar: Soli Deo honor et gloria in saecula saeculorum. Otros coros, que resonaban siempre en la altura y desde muy lejos, respondían a estas voces: Semper gratiarum actio illi qui erat, est et venlurus est. Illi eucharistia, illi soli honor sempiternus. Pero, en aquel momento, los coros bajaron y se acercaron. Entre aquellos músicos celestes estaba Luis Colle. Los que estaban en la sala comenzaron entonces a cantar y se unieron, mezclándose las voces de manera que semejaban instrumentos músicos maravillosos, con unos sonidos cuya extensión no tenía límites. Aquella música parecía compuesta al mismo tiempo por mil notas y mil grados de elevación que se unían formando un solo acorde. Las voces altas subían de una manera imposible de imaginar. Las voces de los que estaban en la sala bajaban sonoras y alcanzaban escalas difíciles de expresar. Todos formaban un coro único, una sola armonía, pero tanto los bajos como los contraltos eran de tal gusto y belleza y penetraban en los sentidos produciendo tal efecto, que el hombre se olvidaba de su propia existencia y yo caí de rodillas a los pies de monseñor Cagliero exclamando: -íOh, Cagliero! íEstamos en el Paraíso! Monseñor Cagliero me tomó por la mano y me dijo: -No es el Paraíso, es una sencilla, una débil figura de lo que en realidad será el Paraíso. Entretanto las voces humanas de los dos grandiosos coros proseguían y cantaban con indecible armonía: Soli Deo honor et gloria et triumphus, alleluia, in aeternum, in aeternum! ((**It17.305**)) Aquí me olvidé de mí mismo y no sé qué fue de mí. Por la mañana, a duras penas me podía levantar del lecho; apenas me daba cuenta de lo que hacía cuando me dirigía a celebrar la Santa Misa. El pensamiento principal, que me quedó grabado después de este sueño, fue el de dar a monseñor Cagliero y a mis queridos misioneros un aviso de suma importancia relacionado con la suerte futura de nuestras Misiones: -Todas las solicitudes de los Salesianos y de las Hijas de María Auxiliadora han de encaminarse a promover vocaciones eclesiásticas y religiosas. Cada vez que al contar este sueño repetía las palabras: íViva! íTriunfo!, la voz de don Bosco, como nos asegura Lemoyne, asumía un acento tan vibrante que hacía temblar. Cuando al final nombró a su querido monseñor Cagliero, suspendió por unos instantes la narración, un sollozo le truncó la palabra y sus ojos se llenaron de lágrimas. Don Santiago Castamagna, al dar las gracias a Lemoyne que le había enviado copia de éste y de otro sueño, le decía: <>, pues nosotros, contentos de hacer la profesión de fe de Urbano VIII, creemos en las visiones de nuestro Padre, el cual, nunca lo olvidaré, me dijo un día: >>-Entre tantas Congregaciones y Ordenes religiosas, tal vez la nuestra fue la que recibió con más frecuencia la palabra de Dios>>. 1 Carta sin fecha; mas, por el contexto, se arguye que fue escrita a primeros de mayo. (**Es17.265**))
<Anterior: 17. 264><Siguiente: 17. 266>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com