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((**Es16.99**) -Di a todos que vayan a la antesala y que pasen uno a uno. -Sí, contestó el secretario. Pero después, desalentado, acabó por ir a sentarse en un banco, como desmemoriado. -Pero... Camilo, suplicaba inútilmente don Bosco, íhaz lo que te digo! A saber cómo se las hubiera apañado, de no haber llegado de improviso el marqués de Franqueville, que lo hizo pasar a una habitación contigua, diciéndole que esperase un momento; cerró después la puerta, volvió a él por otro acceso y secretamente lo llevó a cenar a su casa, mientras aguardaban todos, convencidos de que seguía dentro de la habitación. Llegaron a la casa cuando sonaban las ocho; pero se encontraron ante la puerta con otro coche que le esperaba. Una familia, que tenía un hijito moribundo, suplicaba a don Bosco que se acercara a visitarlo, aunque no fuera más que un minuto 1. Don Bosco fue. Por fin, a las once, se sentaron a la mesa, pero él no tomó más que un poco de sopa. El día tres de mayo, después de la conferencia en Santa Clotilde, se dispuso a recibir visitas, junto a la sacristía, estando de pie sobre una tarima; pero la procesión no acababa nunca. A un cierto punto, dijo al marqués de Franqueville, que estaba allí cerca: -Es imposible contentar a todos. Ya no puedo más. Estoy muy ((**It16.110**)) cansado. Escucharé solamente una palabra de cada uno. Tomenos este acuerdo. El Marqués fue a proponer e imponer la condición y vigilaba para que nadie la violase. Y empezó el desfile de la muchedumbre; los que pasaban le decían su necesidad: -Rece por mí... -Tengo a mi madre enferma, que se encomienda a usted... -Bendígame... -Déme una medalla... -Tengo un hijo descarriado... -Diga a la Virgen que me ayude en mis negocios... Así iban pasando unos cuarenta cada minuto y todos recibían una medalla de María Auxiliadora. Ya hacía dos horas que duraba el desfile, cuando el Siervo de Dios dijo al Marqués: -Vea cuántos quedan todavía. Miró el Marqués y le contestó: -Quedan todavía unos quinientos. Le llevaron un café, que sorbió sin suspender la operación. Después de otra horita, preguntó de nuevo: 1 El padre del moribundo era un millonario. La tarjeta decía: <>.(**Es16.99**))
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