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((**Es16.36**) Eran palabras proféticas, cuyo cumplimiento nadie hubiera imaginado entonces tan próximo 1, como pronto veremos. El día treinta y uno por la mañana don Bosco estuvo tranquilamente confesando, según su costumbre. Don Joaquín Berto nos notifica que, también él se confesó y recibió de él este consejo: -Procura hacer el sacrificio total de tu vida al Señor y querer trabajar hasta el último suspiro para su gloria, soportando con paciencia las adversidades y contrariedades del bien obrar, como si ((**It16.32**)) fuera ésta la última confesión de tu vida. Lemoyne refiere estas palabras sacadas de un cuadernito de don Joaquín Berto y añade: <>. Inmediatamente después de celebrar la misa en su habitación, entregó al mismo don Joaquín Berto, como si fuera de parte de la Virgen, la siguiente florecilla escrita de su puño y letra: <>. De allí a poco salió para Génova, acompañado por don Celestino Durando y por don Camilo de Barruel. Los preparativos personales para sus largos viajes no le daban mucho que pensar a don Bosco; marchaba tal como se encontraba. Solía tener en la habitación lo estrictamente necesario. Sus muchas bienhechoras iban a porfía en regalarle medias, pañuelos, camisas, camisetas y otras prendas de vestir; pero todo lo entregaba inmediatamente a don Joaquín Berto., para que lo llevara al ropero y se diese a quien lo necesitase. Procuraba éste, desde luego, guardarle aparte algunas de aquellas prendas; pero él no quería y, cuando se daba cuenta de ello, le repetía: -No, no, llévate todo; todo para la Comunidad. Si tú lo guardas aquí, la Providencia ya no enviará nada. Tenlo bien presente: si das todo a la casa y no guardas nada para nosotros, más nos llegará. 1 Escribe Lemoyne, a quien debemos esta información, que don Luis Deppert le dijo <>. El mismo Lemoyne dejó escrito: <>. Por aquellos días, había llamado la atención un hecho. Se estaba organizando en Turín una asociación para la difusión de la buena prensa por iniciativa de la Comisión regional de la Obra de los Congresos. Parecía lógico que, buscándose un protector, se escogiese a san Francisco de Sales, declarado ya por Pío IX Doctor de la Iglesia y Patrono de la prensa católica; en cambio, se prefirió a san Carlos Borromeo. Se corrió la voz de que la primera idea había sido la de ponerse bajo la protección del santo Obispo de Ginebra, pero que el Arzobispo se había opuesto, negándose, de otro modo a bendecir la empresa.(**Es16.36**))
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