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((**Es16.37**) Así nos explicamos cómo sucedía que, en la víspera de viajes, se encontraba sin las prendas de vestir indispensables, de lo que se alegraba por amor a la pobreza. Un día, ya a punto de salir de viaje, tenía los pantalones en tal estado que, como no había tiempo para otra solución, don Miguel Rúa se quitó a toda prisa los suyos y se los dio. Otra vez, en parecida circunstancia, don Juan Bautista Lemoyne le vio debajo de la sotana un chaleco en tan mal estado que daba lástima; quitóse, pues, el suyo e hizo que se lo pusiera él. Los dos hechos sucedieron en su habitación cuando fueron allí para despedirle. Cuando emprendía viajes de alguna duración, lo que, con el avanzar de la edad, le producía cada vez más pena, era ((**It16.33**)) tener que alejarse de su querido Oratorio, que había llegado a ser como una parte de su alma. Puede deducirse su afecto al Oratorio por ciertas expresiones que brotaban espontáneamente de sus labios, cada vez que se quería introducir en él alguna novedad; cualquier cambio le costaba un disgusto. Se pensaba poner un órgano nuevo en la iglesia de San Francisco para sustituir al ya viejísimo y gastado. -No, decía él; arregladlo, pero no lo quitéis: íacompañó durante muchos años los cantos de nuestros jóvenes! Una vez contemplaba, desde su galería, el edificio en diagonal, que dividía en dos el actual patio de los estudiantes, y dijo a don Juan Bautista Lemoyne: ->>Ves aquel edificio? Más tarde o más temprano desaparecerá, será demolido y ía mí me costó tantos sudores levantarlo! ->>Es posible que se quiera derribar lo que don Bosco ha construido?, observó el interlocutor. -Y, sin embargo, así será. Por estética, para ordenar mejor los locales o para dividir los patios de otro modo; cuando yo no esté aquí, estas paredes desaparecerán. Ya anteriormente, estando don Bosco ausente, don Angel Savio arrancó la histórica morera, sobre la que se había refugiado el joven Reviglio, para edificar el coro de María Auxiliadora, lo cual se hizo unos años después de levantar la iglesia. Cuando don Bosco regresó y vio extirpado aquel árbol, exclamó: -El no verlo me causa un dolor tan grande como la muerte de un hermano. Estas expresiones nos demuestran cuán tiernamente amaba y, por consiguiente, con cuánto pesar se resignaba a dejar durante un tiempo notable un lugar tan bendecido por la Virgen y teatro de tantas vicisitudes y tantas gracias.(**Es16.37**))
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