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((**Es16.328**) ->>Y cómo? Si fuesen más grandes... se podrían hacer madurar con paja, como se suele hacer con los demás frutos; pero tan pequeños... tan verdes... Es imposible. -Muy al contrario; habéis de saber que para hacer madurar estos higos es necesario que todos ellos se unan de nuevo a la planta. -íEso es increíble! >>Cómo hacer? -íMirad! Y tomando uno de aquellos frutos lo introdujo en un vaso lleno de sangre, después en otro vaso de agua y dijo: -Con el sudor y con la sangre los salvajes quedarán de nuevo unidos a la planta y serán gratos al dueño de la vida. Yo pensaba: -Pero para conseguir esto se necesita mucho tiempo. Y seguidamente dije en alta voz: -No sé qué decir. Pero aquel joven para mí tan querido, leyendo mis pensamientos, prosiguió: -Esto se conseguirá antes de que se cumpla la segunda generación. ->>Y cuál será la segunda generación? -La presente no se cuenta. Habrá una y después otra. Yo hablaba confusamente, aturullado y como balbuceando al escuchar los magníficos destinos reservados a nuestra Congregación y pregunté: -Pero, cada una de estas generaciones, >>cuántos años comprende? -íSesenta años! ->>Y después? ->>Queréis ver lo que sucederá después? íVenid! Y sin saber cómo, me encontré en una estación de ferrocarril. En ella había reunida mucha gente. Subimos al tren. Yo pregunté dónde estábamos. Aquel joven me respondió: -íNotadlo bien! íMirad! Vamos de viaje a lo largo de la Cordillera. Tenéis el camino abierto también hacia Oriente hasta el mar. Es otro regalo del Señor. ->>Y a Boston, donde nos aguardan, cuándo iremos? -Cada cosa a su tiempo. Y así diciendo sacó un mapa donde se destacaba en grande la diócesis de Cartagena (Colombia). (Este era el punto de partida). Mientras yo examinaba aquel mapa, la máquina silbó y el tren se puso en movimiento. Durante el viaje, mi amigo hablaba mucho, pero yo no lo podía oír por el ruido que hacía el tren. Con todo, aprendí cosas hermosísimas y nuevas sobre astronomía, náutica, meteorología, sobre la fauna y la flora, sobre la topografía de aquellas regiones, que él me explicaba con maravillosa precisión. Salpicaba entretanto sus palabras con una digna y, al mismo tiempo, tierna familiaridad, demostrando el afecto que me profesaba. Desde un principio, me había tomado de la mano y así me tuvo afectuosamente sujeto hasta el fin del sueño. Yo ((**It16.390**)) llevaba a veces la otra mano que me quedaba libre sobre la suya, pero ésta parecía escapar de la mía como si se evaporase y solamente su izquierda estrechaba mi derecha. El jovencito sonreía ante mi inútil tentativa. Yo al mismo tiempo miraba a través de las ventanillas del vagón y veía desfilar ante mí diversas y estupendas regiones. Bosques, montañas, llanuras, ríos larguísimos y majestuosos que jamás pensé existiesen en regiones tan distantes de sus fuentes. Por un espacio de más de mil millas costeamos el borde de una floresta virgen, hoy día aún sin explorar. Mi mirada adquiría una visibilidad asombrosa. No encontraba (**Es16.328**))
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