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((**Es16.254**) Una conversación en torno a la catástrofe de Casamícciola, tenida el tres de agosto, llevó a don Bosco a observar que aquello era un ligero indicio de la indignación de Dios. Recordando después que, en tiempos antiguos, acudía allí la gente juerguista de Nápoles y Roma, recitó unos versos latinos compuestos por Boucherón, profesor de elocuencia griega y latina en la Universidad de Turín hasta 1838. Habíase hundido en Alessandria el piso de un salón, mientras bailaban en él los convidados a cierta boda judía, y el poeta hacía hablar a las víctimas, que terminaban diciendo: Laeti ludentes, damnata turba, in orcum trahimur (mientras alegres nos divertíamos, nosotros, chusma condenada, fuimos arrastrados al averno). Don Bosco se detuvo comentando esta frase final. Repitió después la narración de Plinio el joven, que, con grandísimo peligro, en el desastre de Pompeya y Herculano, pudo salvar a su madre, y, alabando el piadoso acto de amor filial, dijo: -Dios le habrá premiado, y no sólo en esta vida. Los medios de salvación son infinitos en sus manos. De los fenómenos telúricos, pasó después a razonar sobre los espacios intersiderales, tan desmesurados que nuestra mente se pierde, y, corroborando sus palabras con cifras sobre las distancias de las estrellas más cercanas y de las más distantes, visibles por nosotros, dio paso a un recuerdo personal: -Cuando yo era más joven, ((**It16.300**)) dijo, los sábados por la noche me estaba un rato en el balcón, antes de retirarme a descansar en mi cuarto, y contemplaba la luna, los planetas, la distancia entre unos y otros, las distancias entre éstos y las estrellas, su volumen y la inmensidad del universo. Me parecía todo esto tan grande y tan divino que no podía aguantar pensando en ello y corría... (aquí los oyentes aguardaban en suspenso qué iba a decir) corría a meterme entre las sábanas. Con esta inesperada salida que los hizo reír, calmó la admiración, que en ellos había despertado su cálida y elevada palabra. VIAJE A PISTOYA 1 En la primera quincena de agosto, tuvo que hacer un viaje a Pistoya. Un pariente del señor Bufalmacchi se había vuelto loco y se esperaba que la bendición de don Bosco lo curaría. Buscó él todos los medios para echarse atrás, pero, al fin, movido por la caridad, juzgó 1 Pistoya (Pistoia), ciudad italiana en los Apeninos de la región Toscana. Centro comercial e industrial con 93.500 habitantes, hoy en día (N. del T.). (**Es16.254**))
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