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((**Es16.242**) recompensa a cuantos prodigan sus cuidados en favor de la juventud. Ella ama a la juventud por estos motivos: porque es Madre, y las madres miran con más ternura a los hijos todavía niños que a los que ya son adultos, porque los niños son inocentes, porque éstos son fáciles a dejarse seducir y, por tanto, necesitan más compasión, más ayuda y defensa y porque le recuerdan más al vivo a Jesús, que pasó la infancia, la niñez y la juventud bajo sus ojos. De aquí se deduce que María ama y recompensa a las personas que atienden al bienestar espiritual y corporal de los jovencitos y les obtiene de Dios gracias especiales. -Mirad, dijo, esta iglesia. Hace pocos años, había aquí un campo de maíz, judías y patatas. Hacía falta una iglesia para reunir a los jovencitos de estos barrios y de otros más apartados. Pues bien, como estaba destinado a atender a la juventud, ((**It16.285**)) que necesitaba ser educada en el santo temor de Dios, María concurrió de modo maravilloso, e hizo que se levantara, diría yo, a fuerza de milagros realizados en favor de los que aportaban su limosna. Contó algunos hechos prodigiosos, acaecidos durante la construcción, y siguió diciendo: -Y no se acabaron los favores de María, al terminar la construcción, sino que, por el contrario, siguen siendo más numerosos que antes. Son cosas que hacen llorar de ternura. Ultimamente, por donde yo pasaba, en Francia me contaban curaciones inesperadas, pleitos y discordias arregladas, conversiones y muchas otras gracias obtenidas por intercesión de María Auxiliadora por personas bienhechoras de la juventud pobre. La fiesta, retrasada por razones litúrgicas y preparada con el mayor esmero, resultó una imponente y suave desmostración de amor filial a María Auxiliadora. íCuántas oraciones! íCuántas comuniones! íCuántas misas! Cantos y ceremonias eran ya el encanto de esta solemnidad. Pontificó monseñor Segismundo Brandolini, Obispo titular de Orope y auxiliar de Céneda. Los numerosos forasteros, entre los cuales figuraba un escogido grupo de señores franceses, quedaron edificados y admirados. Fueron mayordomos de la fiesta dos franceses. La señora Ferrand, parisiense, bienhechora de don Bosco, y el escritor católico, Alberto Du Boys, lionés, antiguo magistrado, que acabó de madurar durante su estancia el plan de un trabajo sobre don Bosco y sus obras 1. En la comida, y para honrar a algunos huéspedes, don Bosco pronunció un brindis en francés, con saludos y acción de gracias 1 ALBERT DU BOYS, Dom Bosco et la pieuse Société des Salésiens, París, Gervais, 1884. (**Es16.242**))
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