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((**Es16.219**) La verdad sea dicha, no hacía falta ((**It16.256**)) añadir más; aquel señor lo había dicho bien claro 1. Con esto, queda dicho todo lo que se podía decir de la estancia de don Bosco en París. Recibido triunfalmente en todas partes, consumió sus jornadas en recibir un sinnúmero de personas, en hacer numerosas visitas y en dar conferencias públicas. Parece increíble que tuviera tiempo para tanto; pero hay algo que nos sorprende aún más, y es que llegaran a tanto sus fuerzas. Mas, si a pesar de su escasa resistencia física, pudo aguantar tan continua y prolongada tensión de ánimo, sin que mermara por un instante la habitual tranquilidad de espíritu, es indicio de un dominio de sí mismo tan heroico, que verdaderamente tiene algo de sobrehumano. También esto hay que contarlo entre sus milagros parisienses. Salió de París el sábado veintiséis de mayo, a eso de las nueve de la mañana, y no el veinticinco, como se afirma en otro lugar 2. Para evitar contratiempos, no había dado a conocer la hora de la salida. Al llegar a la estación, dejó que el secretario sacara los billetes, pasó inmediatamente al andén y fue derecho al tren. Pero algunos viajeros, que aguardaban otro tren que salía más tarde, le reconocieron y se corrió la voz, de modo que se formó un corro de personas ante su departamento, que muy pronto llamó la atención. Tal vez no era totalmente nuevo para nadie el nombre de don Bosco; a pesar de todo, la vista de aquel sacerdote tan sencillo y tan obsequiado picó la curiosidad de los mismos ferroviarios. -íEs don Bosco, ése que hace tantos milagros!, se respondía sin más a quien preguntaba. Cuando el tren arrancó, aumentaron los saludos y él, con su sencillez y su gracia, se asomó para dar las gracias, en la persona de los presentes, a todos sus conciudadanos. El Siervo de Dios dejaba en la inmensa capital una larga estela de afecto, y se llevaba en el corazón los más gratos e imborrables recuerdos. ((**It16.257**)) Durante un buen trecho del camino guardó silencioso recogimiento. Don Miguel Rúa y don Camilo de Barruel callaban también, inmersos en un mar de sentimientos, que los mantenían en profunda meditación. íCuántas cosas vistas y oídas! íQué laboriosas jornadas! íQué homenajeado por toda clase de personas había sido su buen Padre! íCuántos prodigios había obrado por su medio María Auxiliadora! 1 En una carta del veintidós de mayo el antiguo diputado notifica a don Bosco que su esposa, después de tres años de inmovilidad, ha podido ir a la iglesia dos días antes (Apéndice, doc. núm. 63). 2 En la Vida en dos volúmenes (vol. II, pág. 567). (**Es16.219**))
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