Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es15.60**) la estancia de don Bosco trabajaron para que se imprimiese el escrito compilado por el abate Mendre, del que hemos hablado. Ninguna otra cosa importante sabemos de esta permanencia de don Bosco en Marsella. Parece que fue este año el del reproche que le dirigió la tan benemérita señora Prat. Tenía ésta dos hijos casados y una hija, que le causaban muchos disgustos con su conducta. Ya se los había recomendado una vez a sus oraciones para que se convirtieran. Don Bosco le prometió sus oraciones y le había dado buenas esperanzas de conseguir la gracia. Pero ahora, como la madre no advirtiera ninguna mejoría, se quejó al Siervo de Dios. Y él, con toda humildad, le contestó: -Sí, la culpa es mía, porque no he rezado bastante. Si no fue el mismo año, sucedió por aquel tiempo otro episodio que demuestra la importancia que él daba a la música en los oratorios festivos. Recibió en Marsella la visita de un religioso, que había fundado uno en cierta ciudad de Francia, y le preguntaba si él aprobaba la música entre las diversiones de los muchachos. Su visitante pensaba que se podían sacar ventajas para la educación y las enumeraba. Don Bosco le escuchó con gesto de aprobación y, al fin, le dijo: -Un oratorio sin música es un cuerpo sin alma. Pero el otro veía también inconvenientes y no pequeños, como la disipación y el peligro de que los jóvenes fueran después a cantar y a tocar por teatros, cafés, bailes y manifestaciones callejeras. Don Bosco le escuchó sin decir palabra y, por fin, repitió con decisión: ->>Qué es mejor, ser o no ser: El oratorio sin música es un cuerpo sin alma. Un señalado prodigio acompañó su partida de Marsella; consta lo acaecido en la relación que hizo quien, además de testigo, fue causa ocasional. ((**It15.58**)) La señorita Flandrin, gravemente enferma desde hacía tiempo, parecía encontrarse entre la vida y la muerte. Todos los días iba su madre a San León para conseguir que don Bosco hiciera una visita a su hija; pero don José Bologna, no sabemos por qué, no consideraba prudente que fuera allá; por eso, al comunicárselo, se expresó con términos tan fríos que el Beato rio se determinó a ir. Llegó, entre tanto, el día de la partida. Para librarlo del alcance de tanta gente como acudiría a la estación de Marsella, se determinó que, como el año anterior, don Bosco se trasladara en coche hasta Aubagne. En el último momento, acudió la señora Flandrin a intentar de nuevo su deseo, y esta vez se agarró al valimiento del abate(**Es15.60**))
<Anterior: 15. 59><Siguiente: 15. 61>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com