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((**Es15.61**) Mendre, suplicándole que interviniera para que don Bosco fuera llevado hasta su hija. El Abate, que conocía a la señora sólo de haberla visto tantas veces en el oratorio, no pudo resistirse a sus lágrimas y le prometió que, como le tocaba la fortuna de acompañar a don Bosco hasta Aubagne, daría orden de desviar el coche a la casa de la enferma y rogaría a don Bosco que la visitara y le perdonara su indiscreción. Se partió al oscurecer. El Abate tenía por seguro que don Bosco no conocía el camino; así que se sorprendió cuando le oyó exclamar de repente: -íMe parece que hemos cambiado de camino! En efecto, en aquel momento el cochero seguía las órdenes que, en secreto, le había dado el abate Mendre, que era el único capaz de comprender el cambio de itinerario. Y, sin responder directamente a su pregunta, le dijo: -Usted, Padre, viaja bajo mi responsabilidad. Déjeme obrar, que llegaremos seguros a nuestra meta. Don Bosco calló. Paróse después el coche ante la casa de los Flandrin, y él cedió al ruego. La madre lo introdujo en la habitación de la enferma, mientras el abate permaneció en la sala contigua. ((**It15.59**)) Hacía quince días que a la joven se le administraba la alimentación de forma artificial; le atormentaba, además, una sed ardiente. Su padre, que era funcionario, había tenido que ir a la oficina, persuadido de que, al volver, se la encontraría muerta; en efecto, ya había recibido los santos óleos. El Siervo de Dios, acercándose a la cabecera, le preguntó: ->>Bebería un sorbito de agua? -No puede, contestó enseguida la madre. -Recemos, dijo don Bosco. Se arrodillaron todos los presentes y rezaron unos instantes; don Bosco bendijo a la enferma y, después, le ordenó: -Ahora beba. Ella empezó a sorber libremente y, a medida que bebía, sentía que le venía nueva vida; hasta que, apartando el vaso, exclamó: -íEstoy curada! Entonces se armó allí dentro una verdadera batahola: uno gritaba, otro lloraba, todos iban de un lado para otro; parecía que estaban locos. El abate Mendre, que acudió enseguida, se encontró con don Bosco que salía a su encuentro, sonriente y tranquilo. El Siervo de Dios se dirigió directamente al coche, seguido del compañero que parecía aturdido.(**Es15.61**))
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