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((**Es15.386**) pero una de ellas cuenta al Papa entre sus defensores. Como superior prudente, >>qué deberé aconsejar a mis subordinados? >>Qué norma práctica de conducta darles? Yo no estaré en duda, sino que les diré: hijos míos, seguid la opinión que secunda al Papa, aunque sólo sea como filósofo, como teólogo, como doctor privado. Obrando así, además de demostrar respeto al Papa, me parece que marchará por un camino más seguro: porque, de este modo, uno no se equivoca o se equivoca con honor. Monseñor Ferré no replicó; sólo murmuró: -Me creía que don Bosco fuese de mi opinión en esto. Y, sin embargo, asistió por la tarde a la conferencia, como decíamos, y después de ella, habló elocuentemente de la Congregación y tejió los más grandes elogios sobre don Bosco. Afirmaba don José Bertello que nunca había oído mayores alabanzas. Más aún, a partir de aquel día, según atestiguan bastantes, cuando estaba ante un salesiano, nunca más mentó a Rosmini. Un día, después de las ordenaciones, tras el discurso acostumbrado de exhortaciones, se puso a hablar en privado de las ideas rosminianas, rebatiendo el parecer contrario. Todos asentían menos dos. Al darse cuenta de ello, les preguntó: -Y vosotros >>qué decís? >>Por qué calláis? Al saber que eran de don Bosco, exclamó: -íYa comprendo! Y cambió de conversación, mas sin dejar de mostrarse afable con ellos. OTRA PEREGRINACION FRANCESA El año 1881 visitó el Oratorio otro grupo de peregrinos franceses, que volvían de Roma, tras haber asistido a las canonizaciones del ocho de diciembre. Con los tres Beatos italianos Juan-Bautista de Rossi, Lorenzo de Bríndisi y Clara de Montefalco, había recibido la suprema glorificación su compatriota Benito-José Labre. El padre ((**It15.445**)) Picard, que junto con el padre Hipólito, dirigía la peregrinación, no podía omitir en su itinerario de regreso una parada en Turín para visitar el santuario de María Auxiliadora, el Oratorio y don Bosco. La hora de la visita a Valdocco era a las cinco de la tarde del día quince; pero, como llegaron a Turín por la mañana, empezaron a ir al Oratorio a primeras horas de la tarde. Con el afán general de poder hablar en privado con don Bosco, fueron llegando al Oratorio casi todos, en pequeños grupos, sin avisarse unos a otros, de modo que en poco espacio llenaron el patio. Don Bosco, al salir del comedor, detuvo unos instantes con los que habían llegado los primeros; pero, (**Es15.386**))
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