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((**Es15.387**) al crecer la multitud, rogó que se dividiesen en grupos y, acompañados por algunos guías, visitaran la casa: él se puso a la cabeza del grupo más numeroso. Por el camino le acosaban a preguntas sobre el origen y las vicisitudes de la obra; pero, como no podía contestar a todos, prometió hablarles cuando se juntaran en la iglesia. Después de darles la bendición, el Siervo de Dios, acompañado por el padre Hipólito y los peregrinos más distinguidos, (el padre Picard había seguido otro camino) subió a un estrado, desde donde, emocionado, saludó en francés a los peregrinos, les dio una idea de la Obra salesiana, habló de los Cooperadores e invitó a todos a inscribirse en la pía Unión 1. Se veía que le escuchaban con interés, pero más aún por la porfía con que después se agolparon a su alrededor para que inscribiera sus nombres en la lista de los Cooperadores. Habló después el padre Hipólito para agradecer la cordial acogida. Y aludiendo a las rosas de virtud que perfumaban el jardín del Oratorio, continuó: <((**It15.446**)) Nos consuela, sin embargo, el pensamiento de que los Santos no son como la gente del mundo. Muchas veces, lo que aborrece el mundo es para ellos objeto de satisfacción. Aun a costa de incomodidades, don Bosco disfruta al vernos dentro de estos muros, donde nosotros podemos aprender la manera de ayudar a nuestra pobre juventud. El ama a los abandonados doquiera se encuentren; por eso, también tenemos casas salesianas en Francia. Y íojalá hubiese más! Esperemos que se multipliquen estas casas de forma que tengamos al menos una en cada provincia, en todas las grandes ciudades, sin excluir París>>. Después quiso que don Bosco bendijera a los peregrinos, que salieron a continuación por el lado del patio, saludados por la banda de música. Su partida debía ser al día siguiente por la tarde; así que por la mañana acudieron a celebrar la misa en el santuario y muchísimos señores y señoras recibieron la santa comunión. El jefe y los principales miembros de la peregrinación honraron aquel día la mesa de don Bosco, el cual fue asaltado después, más aún que en la tarde anterior. Todos querían llevarse un recuerdo suyo, por lo que unos le presentaban objetos religiosos para que los bendijera; otros, libros o estampas 1 El Boletín francés de febrero de 1882, publicó íntegramente su discursito. (Véase Apénd., Doc. núm. 70). (**Es15.387**))
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