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((**Es15.165**) y hermano del testador, que, durante tres años, esparció por la ciudad de Génova y sus alrededores verdaderas nubes de octavillas. El último lanzamiento fue en el mes de diciembre del 1881 y se enviaron ejemplares a muchos personajes, obispos y cardenales. Tenemos ante los ojos uno dirigido al Cardenal Vicario, quien lo remitió a don Francisco Dalmazzo. Por fortuna, la vulgaridad del lenguaje y la incapacidad de la exposición descalifican, por sí mismas, la denuncia contra <>, obrador de <>. Pero >>quién puede medir el efecto de una calumnia, por disparatada que sea: Y de una mera calumnia se trataba. Don Angel Ricchino, capellán de la iglesia de Nuestra Señora de las Gracias, en Sampierdarena, cayó enfermo por una. excrecencia en un pie y tuvo que pasar varios años en cama sin poderse mover. Durante todo este tiempo, don Pablo Albera enviaba gratuitamente todos los domingos dos sacerdotes para celebrar la misa, confesar y predicar en su iglesia; incluso él mismo iba frecuentemente a casa del enfermo para asistirlo y animarlo. Cuando llegó el momento de proceder a la operación quirúrgica de amputarle el dedo pulgar del pie, don Pablo Albera fue el único que estuvo a su lado para aliviarle la angustia que le causaba la aprensión de la intervención. Una persona de autoridad, pero poco prudente, le había presentado como una obligación de conciencia someterse a tal operación; por lo que el pobre enfermo se torturaba con la idea del deber y el miedo a las consecuencias. Don Pablo Albera comenzó por librarlo de aquella tortura moral, asegurándole que no existía tal obligación; después, poquito a poco lo indujo a someterse al parecer de los médicos. Pero era demasiado tarde. Y el paciente, a las puertas de la muerte, quiso recompensar de algún modo la caridad de quien le había asistido y, al mismo tiempo, proteger a su hermana para que ((**It15.182**)) no se quedase sola en el mundo. Confió la hermana a don Pablo Albera, que la colocó en las monjas, y a él lo nombró heredero universal en el testamento, aunque no se trataba de una gran herencia. Pero he aquí que apareció el hermano don Pablo y lo impugnó. Aquel sacerdote de conducta misteriosa, como lo demuestran los procesos que debió sostener, impugnó la validez del testamento; él, que no había ido ni siquiera a visitar al hermano enfermo, hasta que no supo que estaba en las últimas. Presentó, pues, la razón de que don Pablo Albera no era verdadero heredero, sino fiduciario, o sea, persona interpuesta a favor de don Bosco, y los tribunales sectarios cedieron. Pero, antes de conseguir la sentencia, >>qué no hizo el desalmado (**Es15.165**))
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