Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es15.164**) demostrar su vulgaridad contra don Bosco y lo hizo con el articulejo del 11 de octubre, imaginando una carta de un cardenal romano a don Bosco, en la que ((**It15.180**)) designaba a ambos con nombres sacados del lenguaje de prostíbulo y, con elogios burlonés, presentaba al Siervo de Dios preocupado únicamente por engañar a los ingenuos y hacer dinero; y, aunque todos vieran a qué dedicaba las limosnas que recibía, se mofaba hasta de las iglesias que había construido. Y esto no era por afán de divertir, sino de difamar. El periodicucho, sin embargo, con toda su mala intención de desacreditar, llegaba a evidenciar, sin quererlo, un hecho que aquellas ironías no buscaban, ni mucho menos, porque le hacía decir al pseudoprelado: <>. El hecho era que en Italia don Bosco había llegado a ser un ídolo de la buena gente. Pocos días después, hasta la mal disimulada seriedad de la Gazzetta Piemontese, en su número del 20 de octubre, quiso desahogarse contra don Bosco. Un tal Anglesio, banquero muy conocido en Turín y buen católico, por negocios desafortunados, andaba de capa caída, por lo que, antes de dejarse arrastrar por el torbellino de los tribunales, pensó que era mejor eclipsarse. Tras aquella desaparición, se desató la fantasía de los escritorzuelos; llegaron a decir hasta que se había refugiado en el Vaticano y que sería nombrado director de un fabuloso Banco Vaticano que se iba a fundar. Finalmente corrieron voces de que, por emplear palabras del mismo diario, se había <> y <>. También aquí, en lo de <> y en lo de <>, se deja ver el hervor de la bilis sectaria frente a un hombre que descollaba en medio de un mundo adverso. En el caso en cuestión, la verdad era ésta: el señor Anglesio, constante bienhechor de don Bosco, había proporcionado siempre las medicinas para el Oratorio de balde y por amor de Dios. Ante la ruina de su fortuna, quedóse cristianamente resignado. Abandonó a su destino lo que le quedaba, retuvo para sí lo necesario ((**It15.181**)) para costearse el viaje a América, entregó como limosna unos centenares de liras que le quedaban y se puso en manos del Siervo de Dios, que le hospedó en la casa de Patagones, donde vivió y murió santamente. La última contrariedad de este género, en 1881, la originó un testamento del año 1878. Hubo un tal don Pablo Ricchino, sacerdote (**Es15.164**))
<Anterior: 15. 163><Siguiente: 15. 165>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com