Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es14.724**) continua de esta verdad. -Me contaba una vez uno de los mayores: empecé a malearme y a dejar los sacramentos, cuando aparecí en el escenario y empecé a ser aplaudido. -Y algunos clérigos, que ahora son de los más ejemplares de la Sociedad, me aseguraban que el teatro les habría hecho perder la vocación, si don Bosco no les hubiese prohibido las representaciones por un año; y entonces, suprimidas las alabanzas, volvieron en sí. Me dijo alguno: -el tiempo peor de mi vida fue cuando representaba en el Oratorio. Y esto, porque los actores, abrazados y hasta besados, cuando lo hacían bien, perdían la cabeza. -De aquí el origen de muchas amistades particulares. -Evitar alabarles por sus dotes corporales. Los mejores de una clase se ensorbebecen, si son alabados y algunos pequeños talentos se desaniman y, al no poder alcanzar a los primeros, odian al maestro, diciendo que no se preocupa de ellos. A éstos, un poco de alabanza moderada. -Y, cuando un clérigo oye alabar a un alumno por el maestro, no repita estas alabanzas para demostrarle con ello más afecto. 8.° De las confidencias que hacen los Superiores, de las conferencias tenidas entre nosotros, silencio absoluto con los alumnos, especialmente si se trata de órdenes odiosas, de relaciones o juicios dados sobre algún joven. Un clérigo propondrá al Director algo injusto y oportuno: otro le hará la confidencia de una disposición a tomar. Se cree que la cosa es secreta, y en cambio, se habla entre los muchachos como de algo que el Superior va a hacer; y si se efectúa, dice el alumno: -El Superior hace lo que quieren los clérigos y son éstos los que presionan; y, en consecuencia, el malhumor contra el Superior, que no es capaz de hacer justicia. No comunicar a los alumnos las calificaciones obtenidas en los exámenes, antes de que sean publicadas oficialmente. Es una regla recomendada siempre y jamás observada, que desanima a los alumnos y ocasiona líos al Director. No hablar nunca a los muchachos y a las personas de casa de lo que ocurre en las clases y en el estudio. Si sucede un desorden, ya pensará el Director; por lo demás los alumnos de una clase deben tener siempre buen concepto de las otras clases. ((**It14.848**)) No hay que comunicar a los alumnos nuestros problemas materiales o escolares, nuestros asuntos. Es ridículo que un clérigo se confíe a los muchachos; lo consideran como uno de ellos y no lo respetarán. 9.° No hablar mal de otros colegios, como si el nuestro fuese el mejor y no ensalzar nuestra labor y desinterés en el trabajo por los alumnos. Los jóvenes pueden pasar de este colegio o aquel otro del que se habló mal; llevar nuestros dichos y crearnos, por lo tanto, enemigos. Además, los jóvenes, que han venido sin conocer otros colegios, no nos creerán, y se preguntarán si en el mundo, sólo nosotros somos capaces de educar a la juventud. Nosotros perdemos inmensamente cuando contamos nuestros trabajos y fatigas. Basta que un malintencionado se ponga a murmurar en el colegio y enseguida se burlarán de nosotros. >>Sabéis qué se dijo de nosotros en años pasados? íSí, sí, trabajan gratis!. A nuestra costa llegan a ser maestros. Están aquí, porque no saben adonde ir: si tuviesen un buen patrimonio, no estarían con nosotros. íCuando tengan los títulos, ya veremos qué harán! Serán palabras de un solo malintencionado, pero uno castigado hoy, otro enfadado mañana, comienza a ser del parecer de éste, y, poco a poco, las habladurías y los desprecios se multiplican. Y tanto más, si somos nosotros los primeros en contarles lo que hicieron ciertos clérigos. Nos fabricamos la cruz con nuestras manos. Callemos; los jóvenes tienen ojos para ver y mente para comprender y entenderán (**Es14.724**))
<Anterior: 14. 723><Siguiente: 14. 725>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com