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((**Es14.629**) 29 (el original, en francés) El <>, sobre el cierre de las escuelas de don Bosco Carta desde Turín Jules Ferry, que trata de hacerse famoso con su odiosa persecución a las escuelas confesionales, ha encontrado aquí imitadores, en el Sr. Coppino, Ministro de Instrucción Pública, y su musa inspiradora, el Sr. G. Rho, Delegado Escolar de Turín, doctor en teología y literatura. Conviene, antes de explicar la iniquidad que estos señores tratan de cometer, decir algo de lo que son. El Sr. Coppino es hijo de un pobre zapatero remendón de Alba, en Piamonte. No hay ningún desdoro en ello. De niño, trabajó al lado de su padre, hasta el día en que un respetable sacerdote de su villa natal, hoy. obispo, interesándose por el pobre muchacho, le tomó bajo su protección, hizo que le enseñaran y lo llevó más tarde al seminario. Terminados sus estudios, no sintiendo ningún gusto por la carrera esclesiástica, ((**It14.736**)) Coppino se echó de bruces en el tumulto de la revolución italiana, que estaba entonces en sus comienzos; luego, el famoso latinista, profesor Vallauri, le buscó un puesto como profesor en una ciudad de provincia. Estuvo allí poco tiempo y vino a Turín, donde hizo poco a poco su carrera. Diremos claramente que, sin la mano de un sacerdote, el jovenzuelo Coppino seguiría probablemente remendando zapatos y no habría soñado nunca en perseguir al clero. En cuanto al Sr. G. Rho, también es un cura fracasado. Hijo de un notario, estudió en un seminario de la diócesis de Turín. Es ambicioso y, naturalmente, un demócrata de los más fervorosos. Bajo su inspiración, el Sr. Coppino decretó el cierre de las escuelas secundarias, fundadas por don Bosco y destinadas muy particularmente a la instrucción de huerfanitos y de muchachos pobres y abandonados. Para vosotros, lectores, que conocéis al abate Roussel y a los que patrocinan su obra de caridad, he aquí brevemente la biografía de don Bosco: Hace cuarenta años, un simple sacerdote, impulsado por la bondad de su corazón y por su inmensa caridad, recogió en su pobre casita del suburbio de Valdocco, de herencia paterna, algunos huerfanitos, muchachos abandonados por sus padres. Quiso sacarlos de la miseria, del hambre, del libertinaje y del crimen. Como carecía don Bosco de bienes materiales, trabajó y mendigó para alimentar, alojar y vestir a estos chicos desgraciados con los que convivía. El número de éstos creció rápidamente. La caridad pública se emocionó, las nuevas ideas todavía no estaban a la orden del día y, en seguida, se aprestaron muchos a acudir en ayuda del nuevo san Vicente de Paúl. Don Bosco no se paró ahí. Recorrió Italia como apóstol de la caridad. Su palabra emocionó. Tuvo imitadores y, hoy, el pobre sacerdote tiene, como recompensa de su vida generosa, ser el director supremo de cuarenta casas de beneficencia. Más de cuarenta mil niños pobres son instruidos en ellas en religión, en las ciencias y en las artes y oficios. Estas casas emplean, por término medio, unos treinta mil francos diarios, que la caridad católica aporta a don Bosco o a sus representantes. Además, don Bosco ha invertido más de un millón para la construcción de sus internados y de la magnífica iglesia dedicada a la Virgen, que él ha levantado en su casa central de Turín y para otras edificaciones que tiene entre manos. (**Es14.629**))
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