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((**Es14.440**) poco a Turín y me di prisa para venir a verle. Aquí me tiene para pedirle por favor que me confiese. Con mucho gusto lo hice. Y antes de despedirnos, le pregunté: ->>Qué te indujo a pedirme que te confesara? >>Sabéis qué me contestó? Escuchad: -Al ver a don Bosco vino a mi mente el recuerdo de las artes que empleaba para arrastrarme al bien, me recordó las palabras que me decía al oído, su deseo, sus invitaciones para que fuera a confesarme, y estos recuerdos me han metido en el corazón las ganas y me han inducido a ello. Queridos hijos míos, si un militar, en medio de los muchos peligros de su profesión, con tantas conversaciones como habrá oído, conserva, sin embargo, el recuerdo de las verdades religiosas aprendidas en su juventud y, llegada la ocasión propicia, pide confesarse y se confiesa: >>por qué vamos a desanimarnos y acobardarnos, si no nos vemos correspondidos inmediatamente en la educación de los muchachos? Sembremos e imitemos después al labrador, que espera con paciencia el tiempo de la cosecha. Pero, os repito, no olvidéis jamás la dulzura de los modales; ganaos el corazón de los jóvenes por medio del amor; acordaos siempre de la máxima de san Francisco de Sales: Se cazan más moscas con un plato de miel que con un barril de vinagre. El discursito de don Bosco no terminó aquí; pero nos falta la continuación. No hemos de pasar por alto la manera graciosa con que anunció para el domingo de la Santísima Trinidad de 1891 ((**It14.515**)) los cincuenta años de su primera misa. -Es verdad, dijo, que en once años habrá tiempo para hacer las invitaciones del caso; pero yo os invito desde hoy a todos los aquí presentes a comer conmigo en aquella circunstancia y os ruego que ninguno falte. Comienzo también por fijar el servicio religioso. El teólogo Reviglio, cura párroco de San Agustín será el diácono; don Vaschetti, vicario foráneo de Moncalieri, actuará de presbítero asistente; el teólogo Ascanio. Savio, rector del Refugio, será el maestro de ceremonias. Lo demás se fijará a su tiempo. Pero si aquel que tiene en sus manos las llaves de la vida y de la muerte, dispusiera otra cosa de nosotros, hagamos de manera, queridos hijos míos, que nos encontremos todos sin falta en el cielo para aquellas fiestas, que nunca tendrán fin. DOS ATENTADOS Los triunfos de don Bosco turbaban el sueño a los enemigos de Dios y de la Iglesia, de suerte que se llegó a la extrema violencia de armar contra él manos homicidas. Ya saben los lectores cuántas otras veces corrió peligro la vida del Beato a causa de cobardes agresiones; (**Es14.440**))
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