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((**Es13.302**) este asunto que ya hiede (se me escapó esta palabra) y es causa de estupor y quizás, incluso, de escándalo para los buenos. Usted, si quiere, lo puede, y yo creo que según la moral del Ligorio (único autor que ha sido aprobado nominatim por la Santa Sede), así el Arzobispo como usted, tienen sub gravi que ocuparse de acabar este asunto (como los otros dos) iuxta mentem S. Sedis. Al oír estas palabras tan tajantes, el padre Carpignani mudó ligeramente de color, y apareció en todo su semblante un aire de pena y confusión. Después, con voz sumisa, me dijo: -Reverendo Padre, veo que sus ideas y las mías andan de acuerdo en este asunto. La gran cuestión es la de los medios prácticos para llevarla a buen término. Porque usted sabe que hemos de vérnoslas con dos santos, firmes en sus ideas (yo interrumpí: testarudos, quiere usted decir, como todos los piamonteses). Sonrió y luego siguió: -Pero, hagamos así: pidamos mucho al Senor que se digne poner su santa mano. Es admirable para dicho: ambos creen actuar según los planes y voluntad de Dios, y quizá ambos tienen algo de razón y algo de culpa. >>Qué puede hacerse en este caso? Di la última respuesta que es ésta, y la dije con voz grave y muy pausada: -Por ahora V. R. no diga mi nombre al Arzobispo, podrá decirlo más adelante, si lo cree oportuno. Sepa usted, pues, por los informes que tengo de Roma, que allá están cansados y hastiados de todas estas cosas de la archidiócesis, tanto que mucho me temo, se proceda aquí con el Arzobispo como Pío IX ya procedió con otros, y como procede ahora con el obispo de Niza, a pesar de que tiene poderosísimos apoyos y es muy diestro y astuto (como él no conocía el asunto, se lo conté). Arréglense, pues, como es debido, según lo quiere el Papa, todos estos graves asuntos, por lo demás el próximo ano ya habrá quien piense en ello. El padre Carpignani balbuceó unas palabras y después nos separamos muy serios uno y otro, y así terminó la conversación. Desde entonces, poco más o menos, el Arzobispo no volvió a contestar ((**It13.348**)) a mis cartas; sus amigos (a quienes vi) me trataron casi con miedo. Pero sé que ha modificado algunas de sus determinaciones y casi tiene miedo que se escriba a Roma, por mí o por usted, querido don Bosco. Esto, acerca del padre Carpignani, puede serle suficiente. Permítame que le diga que yo, en su lugar, no habría consentido el no haber echado mano de los privilegios de la Congregación en vida del Arzobispo de Turín; es más, como jefe los sostendría en Roma con todas mis fuerzas. Así hemos hecho siempre desde san Ignacio hasta el caso del arzobispo Darbois de París, que se vio obligado a ceder. Por esta misma razón, no dejaría correr el impedimento que el Obispo de Ivrea pone a sus sacerdotes para decir misa en su diócesis; además, haría incoar proceso canónico (el padre Rostagno S. I. es el hombre indicado para ello) sobre ese su curita novicio que fue suspendido (después de salir de Ivrea) en una diócesis que no era la suya. Si tiene culpa, pase; pero, si es inocente, lo defendería en primera instancia en la Curia Turinesa, de donde emanó la suspensión, y después en la Curia Romana. Así lo hicieron los santos fundadores. Un golpe bien dado impide ulteriores ataques... Permita bese humildemente su mano. San Antonio Chieeri, día de san Miguel Arcángel, 1877. Su afmo. servidor en Cristo P. LUIS TESTA, S. J. (**Es13.302**))
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