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((**Es13.206**) Jesús quiso que dejaran también aquello poco íQuien desee ser verdaderamente mío, desprecie las cosas de esta tierra! He ahí la máxima que nos deja el Divino Salvador, para poder tener la seguridad de salvarnos. Pero >>no puede uno salvarse viviendo en el mundo? Sí, pero debo también añadir que hay en él muchas dificultades que superar y éstas quedan eliminadas, si uno deja el mundo y se consagra totalmente a Dios. Hay quien va diciendo: ->>Acaso no hay en el mundo santos, hombres profundamente cristianos, que guardan exactamente la ley de Dios, como los que viven en religión? Los hay, es verdad, en el mundo hay muchos buenos cristianos, pero también hay muchos peligros y muchas dificultades que vencer para hacer un poco de bien. Cuando quieren hacer un acto de piedad, casi siempre se ven ((**It13.232**)) impedidos, por el contrario, en la Congregación son actos prescritos por la Regla, hay un tiempo establecido para practicarlos y resulta facilísimo dar este pasto espiritual al alma. >>Cuántos son, por ejemplo, los cristianos que hacen meditación en el mundo? Poquísimos. >>Quiénes son los cristianos que pueden hacerla mejor? Entre nosotros afortunadamente existe la santa costumbre de hacer meditación cada día. Si la queremos hacer todos juntos, no tenemos más que levantarnos pronto por la mañana. Nos levantamos a las cinco y vamos a la iglesia, sin que nadie nos lo impida. En el mundo, por el contrario, no es posible hacerla muchos juntos. Estando solos, no se sabe qué momento elegir para hacerla durante el día, porque los quehaceres de casa apremian por todas partes. A veces tienen una visita, a veces tienen que devolverla, hoy están invitados a una comida, mañana tienen que convidar a los amigos en su propia casa. Se trata de conveniencias sociales impuestas por la costumbre, y íay de aquel que no las guarda! Hay que atender a la familia, hay que pensar en hacer reparar la propia habitación, hay que pagar el alquiler a su tiempo e ir a cobrar las rentas, hay que atender al negocio, a la tienda. No hablemos de levantarse temprano, porque en el siglo, a decir verdad, se levantan muy tarde. Algunos aguardan a dejar la cama a las siete, a las ocho e incluso a las diez. No hace mucho fui a visitar a una honesta persona y me dijeron que no podía recibirme, porque estaba todavía acostada. Eran las diez pasadas. ->>Cómo es eso? >>No se ha levantado todavía? >>Se acostó muy tarde?, dije yo. Y me contestaron: -Vea usted: come a las cuatro, tiene un rato de conversación, va al teatro, alguna vez también al baile, y no viene a acostarse antes de media noche, por eso necesita descansar hasta hora avanzada. Yo pensé entonces: si nosotros llevásemos también esta vida, >>qué sería de la meditación? ííAy!! No se hablaría de meditación. Y si vamos a examinar cómo se desenvuelve su jornada, veremos que los mundanos encuentran cada día mayores dificultades para hacer el bien. Tienen tal vez la intención de oír misa, de ir a hacer una visita en la iglesia, pero nunca tienen tiempo y oportunidad. Lo mismo sucede para cualquier otra cosa que concierne a la devoción. En conclusión, el mundo no es un ambiente para las prácticas de piedad; antes, al contrario, diré que es un lugar donde es muy difícil la observancia de la ley de Dios, donde casi es imposible practicar los consejos evangélicos. Ya es mucho si uno se mantiene en gracia de Dios y no cae en los lazos que le tienden el demonio y la carne. Por tanto, un buen cristiano que ansía quedar libre de estos peligros, sólo tiene una cosa que hacer: huir de ellos, retirarse a la religión, donde se encontrará como en una fortaleza, a la que no podrán acercarse sus enemigos. Pero Dios no da a todos (**Es13.206**))
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