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((**Es13.205**)El nos da todos los medios para salvarnos, y después nos dice: Ahora pensad vosotros en aprovechar estos medios. Y >>cuál es el medio más eficaz para disminuir estos obstáculos y, así, en vez de tener que combatir como ciento, baste hacerlo como noventa, como sesenta, como diez? El medio lo hay; el medio es hacer lo que nos dice Jesucristo: Vete, deja lo que tienes, y sigueme. Entrar en Religión. Esto derriba de un solo golpe a nuestros tres enemigos, con los votos de pobreza, castidad y obediencia. íEn efecto, qué diferencia hay entre la paz y tranquilidad de los que se consagran a Dios en la religión y los que viven en el mundo! Dos pensamientos se disputan la superioridad en su mente, dos afectos porfían por acaparar la posesión de su corazón. Creen ellos poderse salvar gozando las míseras cosas de esta tierra, cuando es cierto que no se puede servir a dos señores y estar con los dos a la vez. Si se ama a uno, hay que aborrecer necesariamente al otro; si se sirve a uno, no se puede por menos que despreciar al otro. El demonio nos solicita con todos los halagos inimaginables: Fruamur bonis, coronemus nos rosis, antequam marcescant; pero Jesucristo manda: Diliges Dominum Deum tuium ex toto corde tuo, ex tota mente tua, ex tota anima tua, ex totis viribus tuis (Gocemos de los bienes, coronémonos de rosas, antes que se marchiten; amarás a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas); nos quiere para él a todos por entero, tal y como somos con todo lo que somos y tenemos. Pero ninguno puede a la vez servir a Dios y gozar de los bienes de la tierra, es decir, servir al demonio. íEs muy grande el apego que el hombre tiene a las riquezas! ((**It13.231**)) y sin embargo, está escrito: Non potestis Deo servire et mammonae (No podéis servir a Dios y al dinero). Los que están en el mundo se encuentran entre dos poderes. Por una parte Dios, a quien debemos servir; por la otra, la vanidad y la concupiscencia, a las que nos inclina la naturaleza corrompida, mientras debemos rechazarlas en absoluto, so pena de un eterno sufrir. >>Ceder al mundo y al demonio? Y vienen entonces las amarguras de conciencia, los remordimientos y en consecuencia la pérdida de la paz. >>Resistir? íSin duda! íY luchar sin tregua! Y de ahí las grandes luchas a soportar en el curso de la vida por todas partes; las ardientes pasiones, los asaltos de la vanagloria, de la soberbia, de la envidia; los halagos de la gula, el atractivo de las riquezas, que son espinas, en palabras del Maestro Divino; para alcanzarlas, para guardarlas, para poseerlas, continuas distracciones y preocupaciones; afición a ellas demasiado pronunciada, aún con dano del alma y olvidando a Dios, o no dando al Señor el puesto que le corresponde en nuestro corazón, por los parientes y amigos. Todas estas luchas de día y de noche, cuando estamos despiertos y cuando vamos a descansar. Pues bien, en medio de estas luchas continuas y duras, que el demonio entabla con los cristianos, he aquí el medio que nos ofrece el Señor para defendernos contra las insidias y tormentos y salir ilesos: aumentar en nosotros las fuerzas y quitarlas al enemigo. Si no quieres habértelas con tan duros combates, dice Jesús, ve, renuncia a tus comodidades, vende lo que tienes, ven y sígueme y tendrás una recompensa cien veces mayor en la vida presente, y la vida eterna en el futuro. Así le dijo a un joven hebreo que le había preguntado de qué modo podría llegar a la perfección: Si vis perfectus esse, vade, vende quae habes et da pauperibus et veni, sequere me. Alejarse de todo lo que es causa de combate, cortar toda relación con nuestros enemigos, ponernos al lado del Divino Salvador; en conclusión, entrar en religión, éste es el medio para alcanzar la paz y la seguridad. Dijo Jesucristo también a los Apóstoles: Si queréis dejar de ser pescadores de peces y llegar a ser pescadores de hombres, dejad todo lo que poseéis y venid conmigo. Muy poco tenían aquellos pescadores; y, sin embargo, (**Es13.205**))
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