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((**Es13.207**) esta gracia singular de la vocación religiosa, y; ídichosos los elegidos por El! Todos nosotros lo fuimos, pues el habernos reunido Dios aquí, es una señal manifiesta de que su ((**It13.233**)) voluntad es que lo sirvamos aquí. Y yo os digo que, si perseveráis en la religión, en la observancia de las reglas, arrancaréis las armas de manos de los enemigos de vuestra alma, y recorreréis seguros los caminos del cielo, tendréis el céntuplo en esta tierra según la promesa del Salvador, y la vida eterna después de la muerte. Ah, si los que están en el mundo pudiesen conocer la paz y la felicidad que se disfruta en la religión, todos sin distinción dejarían sus pasatiempos, sus delicias, sus riquezas para entrar en los claustros y en las congregaciones religiosas, para encontrar la felicidad que en vano andan buscando en otras partes. Nosotros, que la hemos conocido y nos hemos reunido en este lugar, hemos de saber aprovechar tan gran suerte. Es una gracia enorme la que Dios nos hace al llamarnos a la religión. Tenemos un gran tesoro en nuestras manos. Os digo esto para que nadie se forje ilusiones. Todos fuisteis llamados por Dios. Es preciso, pues, que correspondáis a la gracia, y, después, estad seguros y yo os lo certifico, disfrutaréis de la dulzura de quien vive en una comunidad religiosa. Dirá alguno: ->>Puede don Bosco asegurarnos realmente que todos nosotros somos llamados a este estado? No quiero penetrar hasta el fondo para conocer particularmente las señales de la llamada divina; pero creo poderos contestar que sí, pues el hecho mismo de habernos reunido a todos es señal de la divina voluntad. Os lo repito: observad las reglas y estad seguros. Pero también vosotros que estáis en la Congregación, no penséis ya en holgar y en poder salvaros estando apegados a lo menos con el corazón a las miserias de esta tierra. Desde luego aquél de entre vosotros que quisiese servir a dos señores, no debería estar en comunidad para encontrar la paz en ella. íNecio sería quien hiciese los votos pensando que aquí no hay más que goces! íNecio sería quien fuese del número de aquéllos, de los que dice san Bernardo: pauperes esse volunt, eo tamen pacto, ut nihil eis desit! (quieren ser pobres, a condición de que no les falte nada). Desengáñese ese tal, se equivocaría de parte a parte. En la religión no todo son rosas, antes al contrario, en ella hay espinas. >>Pero querremos coronarnos nosotros de rosas, mientras Jesús está coronado de espinas? A veces la humildad, la obediencia, la mortificación y el trabajo tienen sus espinas. >>Y quién no sabe que es estrecho el camino del cielo? Pero yo quisiera decir también a alguno: -No te engañes poniendo en tu corazón que la vida religiosa es toda una vida de sacrificios. Primero las espinas y después las rosas. Es verdad que la vida religiosa pide trabajo continuo, espíritu de sacrificio, humilde abnegación de sí mismo, pero estas mismas pruebas son fuentes de gracias mayores y de grandísimos consuelos pensando que servimos a un amo tan justo y tan bueno. Es verdad que nuestra paga está en el cielo, dice san Pablo, pero también aquí en la tierra se recibe de muchas maneras el ciento por uno de lo que uno sacrifica al Señor. Hay que ofrecérselo todo a El, todos nuestros trabajos deben ser para su gloria, y también para El, el premio de nuestro trabajo; pero, ((**It13.234**)) cuando estamos cansados, el Señor endulza nuestro descanso y otros compañeros nos alivian: cuando nos tienta el enemigo, nosotros lo conocemos por sus halagos y tenemos poderosas armas con que defendernos, armas que el Señor mismo nos proporciona. Y sobre todo el céntuplo, que Jesucristo promete a los religiosos en esta vida, se debe repetir de la paz, de la confianza, de los consuelos que experimentaremos en el momento de la muerte. Fidelis Deus! pero lo que más vale es la promesa de la vida eterna. (**Es13.207**))
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