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((**Es13.204**) Calligaris y del coadjutor Lisa. En 1852 el Conde había ayudado a don Bosco a la construcción de aquella iglesia y había sido el prioste de la fiesta de san Luis; el buen Padre tomó ocasión de ello para mostrar los admirables caminos de la Providencia. Habló, pues, así: En este día, dedicado a María Santísima Inmaculada, tengo una gran satisfacción al reunirme con todos mis hijos salesianos, profesos, novicios y aspirantes, y poder dirigirles mi palabra. Es una gran satisfacción para mí que, entre las cosas que se hicieron en su honor, haya habido ahora mismo varias profesiones religiosas, que son las ofrendas más agradables que se puedan hacer a Dios y a su Santísima Madre. Fue más solemne esta fiesta por la renuncia que algunos hicieron a su propia voluntad y a las propias comodidades para agradar a María, dedicándose al servicio de su Divino Hijo Jesús. En cuanto a mí, no puedo por menos, humanamente hablando, de alegrarme también mucho con los que han emitido su profesión religiosa. Uno, entre éstos, me ha conmovido especialmente y éste es el conde Cays. El estaba ya aquí con nosotros cuando se construía esta iglesia, venía a ayudarnos, tomaba parte en las obras y nos auxiliaba en nuestras fiestas. Si, en aquel momento, hubiese alguien dicho: -Vendrá un tiempo en que el conde Cays hará los votos de pobreza, castidad y obediencia en esta misma iglesia, dejará todas las comodidades que posee y todas las satisfacciones que puede esperar en el mundo, para abrazar una vida austera y mortificada, se hará salesiano, habría sido tenido por loco. Ciertamente, ni él ni yo lo habríamos imaginado. Y sin embargo, lo que nadie podía imaginar, lo realizó la divina Providencia. Y así, en esta misma iglesia, que él nos ayudó a edificar, donde se ha consagrado al Señor con los votos, no por cierto para gozar en el porvenir de mayores satisfacciones, servirá de guía al cielo para muchos jovencitos. La divina Providencia ha dispuesto este hecho por caminos admirables, que yo he aceptado de buen grado. Ah, sí; es preciso afirmar que los caminos del Señor son secretos y, cuando llega el momento previamente fijado, El manifiesta su voluntad. Dichosos los elegidos por Dios, ((**It13.230**)) jóvenes o viejos, ricos o pobres, para cumplir su santa voluntad, para su mayor gloria y el propio provecho espiritual. Dichosos los que, en cuanto conocen esta voluntad, al punto, la aceptan y se presentan a realizarla. Serán salvos eternamente. Expuesta esta idea, es preciso que pase a expresar otro pensamiento, a decir una palabra general para todos los salesianos, mis hijos, aquí reunidos. Es la primera vez en este curso que puedo hablaros a todos juntos y tal vez no pueda tener otra ocasión para juntaros. Es una palabra que acudió a mi mente, mientras se hacía la profesión religiosa; es ésta. Dice el Catecismo: <>. íCuántos sublimes pensamientos se encierran en estas palabras! Hay en ellas materia de meditación para doctos e ignorantes, ricos y pobres, afortunados y desdichados, en suma, para todos los que se encuentran en esta tierra. Todos somos llamados para conocer, amar y servir a Dios. Pero son muchos los obstáculos que no nos permiten amar y servir a Dios como se debe; las riquezas, las pasiones, el demonio; por eso son muy pocos en el mundo los que viven en realidad cristiana y santamente. Sin embargo, Dios manifiesta su santa voluntad, de que nos quiere a todos santos: haec est voluntas Dei, sanctifcatio vestra. Y por eso (**Es13.204**))
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