Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es12.437**) última ciudad algo civilizada en la República Argentina, y por otra, en Patagones o Carmen, que están ya propiamente en tierra de indios, pero donde los blancos están todavía sobre seguro, se nos ofreció esta última parroquia. Y mientras tanto dos caciques, de los más poderosos jefes de salvajes, mandaron llamar a misioneros salesianos, asegurando que no recibirían de ellos daño alguno; antes al contrario, todos escucharían de buena gana la religión, que les anunciasen. Y desde el último rincón de Patagonia, desde Santa Cruz y Punta Arenas, que está en mitad del estrecho de Magallanes, se piden misioneros salesianos. Mientras se trataban todas estas cosas, se vio la necesidad de abrir nuevas casas en Buenos Aires. En una zona abandonada de esta ciudad, llamada la Boca del diablo, con muchos miles de habitantes italianos, era necesaria una iglesia, hacía falta erigir una parroquia en un suburbio, y más que nada se echó de ver la necesidad de abrir también una casa de artes y oficios para los muchachos pobres abandonados y atender también otras iglesias. Ante tan grandes y variadas necesidades, y viendo que los primeros diez misioneros no eran suficientes para tanto trabajo, se pensó en enviar más. En un principio don Juan Cagliero pedía seis, después diez, luego veinte y, por último, no menos de veinticuatro. Estoy seguro de que, si hubiéramos retrasado todavía un poco esta expedición, habríamos recibido otras cartas, en las que se nos habría demostrado la extrema necesidad de que partan para aquellas tierras muchos más. Es un grito continuo que se levanta hacia Europa y nos dice: -Venid a ayudarnos; íenviadnos operarios! Vosotros, pues, nuevos misioneros, vais a aquellas regiones, repartidos en varios grupos. Unos vais a Buenos Aires, a la casa de aprendices, que se va a abrir, y así, de ahora en adelante, los muchachos abandonados y en peligro tendrán un refugio y un asilo seguro contra las miserias de la vida corporal y contra el aire apestado del siglo, y podrán, sin detrimento del alma, aprender un arte u oficio, que les proporcionará el pan honradamente para toda la vida. Por esto van también los maestros de taller, además de los sacerdotes. Aquí tendrán que abrirse también oratorios y campos de deportes para los muchachos en los días festivos y administrar una pobladísima parroquia de italianos. ((**It12.516**)) Otros van a Montevideo para organizar allí un colegio verdaderamente católico, donde pueda aprenderse la ciencia, conservando la inocencia de la vida y la pureza de costumbres. Confiamos plenamente que este colegio, bendecido especialmente por el Padre Santo, producirá muchos frutos buenos, y quién sabe si algunos nuevos brotes no podrán trasplantarse pronto y colocarse en el Santuario, y así aquella vasta República no tenga que lamentarse de no tener ni un seminarista. Una parte va a reforzar las filas de los que ya trabajan en San Nicolás, porque aquel colegio y aquellos oratorios han crecido tanto que los que al presente trabajan allí, son insuficientes en absoluto. Además, hay allí tierras que cultivar, ganado que explotar, artesanos a quienes instruir, que piden de mil maneras la mano y la pericia de hombres valientes, desinteresados, de firmes propósitos y capaces de hacer sacrificios. Un cuarto grupo irá, siguiendo la voz del Señor, a aquellos lugares donde haya mayor necesidad, especialmente para predicaciones extraordinarias, buscando la manera de abrirse camino entre Pamperos y Patagones, porque, antes de que lleguéis allá, queridos hijos, estarán ya concluidas varias negociaciones con respecto a esto; y, por consiguiente, no se aguarda más que algún sujeto apto para ponerse a la cabeza de esta evangelización de salvajes. (**Es12.437**))
<Anterior: 12. 436><Siguiente: 12. 438>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com